"En el lejano Egipto faraónico ya existían instituciones, sentimientos, servicios y comportamientos fácilmente reconocibles hoy en día, como la violencia de género, las huelgas, cohechos o cierto amago de seguridad social", decía ayer en el club FARO el egiptólogo José Miguel Parra.

Presentado por la profesora de Historia Balbina Pérez Martul, el egiptólogo comenzó su paseo por esos documentos hallados en esa antigua civilización que delatan cómo los aparentes problemas o realidades de hoy son los de siempre. La violencia de género fue el primero y, antes de nada, criticó una ley, la española, que parece olvidarse de que también la hay generada por la mujer. "Un machito cargado de razón que la emprende a puñetazos con su mujer o una mujer que acogota constantemente al marido por presuntas afrentas que sólo ella aprecia. En teoría, tal comportamiento era inconcebible en la tierra del faraón, pero husmeando entre la documentación se pueden hallar pruebas que demuestran que la violencia doméstica fue un comportamiento muy arraigado en aquella sociedad".

"La misma mitología del Antiguo Egipto –dijo Parra, autor de "La historia empieza en Egipto" en editorial Crítica– está llena de violencias, asesinatos o violaciones. En aquel mundo mitológico la violencia la ejercen por igual hombres o mujeres; en el mundo literario es siempre la mujer la que ejerce la violencia pero hay numerosos documentos que explican cómo formaba parte de la realidad cotidiana, más ejercida por hombres que por ellas. El acosos sexual, por ejemplo, se convertía en ocasiones en ataque físico, del cual conocemos ejemplos como el que tuvo de protagonista a Paneb en Deir el-Medina, un personaje del que se conoce toda una vida de transgresiones. Pero podríamos citar otro cargo relativo a la violación realizada por el marinero Panaktrta contra un trabajador del campo de la heredad de Khnum".

Parra Ortiz habló de "sucesos de carácter social sorprendentes" parecidos a la huelga, ya detectados en el reinado de Ramsés III. Citó el llamado "Ostracon Berlín", en el que un escriba comunicaba que no sólo llegaban a los trabajadores de las pirámides las raciones con retraso sino que había un intermediario que las manipulaba. Narró el llamado "papiro de la huelga de Turín" en que, tras las quejas, "los obreros decidieron tomar una medida drástica: parar de trabajar. Un hecho sin precedentes que sabemos que pusieron en acción al menos tres veces, llegando incluso a ¡ocupar su lugar de trabajo durante la noche!".

La Seguridad Social o los intentos por minimizar los daños que pudieran surgir de la actividad laboral– fueron también relacionados por el egiptólogo, salvando las distancias, con hechos de aquel mundo antiguo. "La protección a los trabajadores –dijo– empieza con la revolución industrial pero ya los egipcios, al menos algunos de ellos, sabían que no todas las profesiones eran igual de saludables. y tenían desarrollada la reputación de sus médicos. Los escribas dejaron textos que delatan los riesgos laborales de una serie de profesiones del Antiguo Egipto, desde campesinos a carpinteros pasando por canteros... En las tumbas hay restos o escenas pintadas que hablan de enfermedades, roturas de huesos... El primer ejemplo conocido de sanidad estatal lo encontramos durante el reino Antiguo, cuando una ingente cantidad de personas se afanaba en construir una grandiosa pirámide con cada nuevo faraón. Estos trabajadores recibían un trato especial; sus raciones tenían suplemento de proteínas y eran enterrados cerca de la pirámide..."

Gracias a los paleopatólogos se puede saber, como explicó Parra, que presentan típicas lesiones de los que arrastran grandes pesos o trabajan en determinadas posiciones. Pero esa mayor preocupación por los trabajadores de las pirámides incluía aspectos como tener la posibilidad d e no acudir al trabajo cuando existían motivos, y en Deir el-Medina un trabajador disfruta de un permiso de paternidad de tres días para atender a su mujer en un parto difícil. Los escribas llevaban un control exhaustivo.