Se declara agnóstica, al igual que lo fue su padre. De hecho, fue la ausencia de creencia en Dios lo que motivó la expulsión de este de la Falange a finales de los años 30. Así lo narra Mercedes Queixas Zas en Vivir, unha aventura irrepetíbel (Galaxia), la biografía de María do Carme Kruckenberg que hoy se presentará a las 20.00 horas en la Casa Galega da Cultura. Unas horas antes de que el libro se encuentre con los lectores, Kruckenberg repasa el hilo de la obra.

-Mercedes Queixas ha iniciado el libro en una tarde de verano de 2001 cuando usted lamentaba estar siendo olvidada...

-De eso, hace ya varios años. Sentía que no estaba reconocida suficientemente. Realmente, no me tomaron en serio hasta hace 20 años. Llevo escribiendo desde los 14 y las historias de la literatura y antologías poéticas sólo ponían, entonces, mi nombre, no ampliaban nada sobre mi obra.

-¿Le ha resultado difícil abrirse a la biografía?

-Lo hice con muchísima tranquilidad. Es como una radiografía interna que nunca puede llegar a contar todo lo que pasó en una vida pero sí que ofrece un esbozo. No he escondido nada importante.

-Pero confesiones de amor no abundan.

-Sólo me enamoré una vez en la vida. Hablo del amor verdadero, ese con el que nunca te casas. De él, guardas un recuerdo dulce. Nunca sientes por otro lo mismo que por aquel amor de los 17 años cuando había una gran pureza en las personas.

-¿No se refiere al hombre que fue su marido (Ezio Pusone)?

-La relación que tuvimos fue buena durante dos años. Después, pasaron cosas. Recuerdo tener una pelea grande con él pero sin aspavientos porque él estaba con otra que era íntima amiga mía. Yo quise salvar mi matrimonio quedándome embarazada. Tuve a mi hija a pesar de que quería tener hijos más tarde. Quedarme embarazada fue contraproducente, fue la debacle. Era difícil separarse en aquella época, había que esperar por el permiso de la Iglesia para la separación de bienes y cuerpos. Pasaron unos ocho o diez años desde que lo pedí en el obispado hasta que me lo concedieron.

-Entonces, se encontraba ya en Argentina y aprovechó para seguir viajando, para seguir con una vida que desde niña fue muy peculiar y completa.

-Sí, he tenido una vida muy rica, con un padre y una madre muy inteligentes. Mi padre fue una persona muy culta que me metió la cultura desde pequeña. De niña, cuando pedía que me leyesen algo, no pedía un cuento, sino libros de razas humanas, geografía... Yo puedo estar con un atlas la tarde entera. A los tres años, mi padre me compró un terrarium con animales a los que yo daba de comer.

-Era niña cuando tuvo lugar la Guerra Civil. Sin duda unos tiempos peores que los actuales.

-Ahora, vivimos en un mundo que me parece disparatado, absurdo. Hay poca gente que sabe lo que quiere. La mayoría sólo quiere tener una casa, un coche, sin importarles el ser humano. No se respeta a la humanidad. Me duele este mundo y escribo bastante sobre él.

-Y aunque salió recientemente A voz da auga, ya prepara nuevo libro.

- A voz da auga se ha vendido muchísimo. Ahora estamos grabando los poemas con mi voz aquí en casa.En el próximo libro que edite, no sé cuándo, hablaré del recuerdo de la gente que murió en la Guerrra. Murió un millón de personas. Fue una barbarie, una desgracia.

-¿Se entiende Kruckenberg sin Vigo?

-Tras separarme de mi marido, volví a Vigo, a mi casa, mi vida, la ciudad que me acoge con cariño. A partir de ahora, no sé si tendré que irme a vivir con mi hija a Sevilla. Siento que mi casa está en Vigo. Aquí tengo los recuerdos de mi niñez, de mi juventud y de mi viejez. He querido vivir un poco más para acabar mi obra en Vigo. Me gustaría ese final. Desde que me caí hace unos años, rompí dos vértebras, y me cuesta andar, tampoco puedo conducir. La dependencia es lo que no asumo.

-...porque siempre ha sido independiente y rebelde...

-Yo soy rebelde con razón. No soporto la injusticia ni la violencia. El dinero está matando al ser humano. Soy apolítica y agnóstica. No voy a misa porque me parece una estupidez.