"Retiro el falso Manuel. / Perdóneme usted, Eugenio,/ único nombre a usted fiel/ porque rima con ingenio. / ¡A tal ingenio el laurel!". El poema de Jorge Guillén está escrito expresamente para el pintor surrealista Eugenio Fernández Granell para pedirle disculpas por confundir su nombre, en una dedicatoria, con el de Manuel. Tanto el libro que originó el equívoco como el poema manuscrito pueden contemplarse en la exposición que ayer se inauguró en la Fundación Granell de Santiago y son solo dos piezas del inmenso patrimonio bibliográfico que logró reunir el artista, y su esposa, Amparo Segarra, a lo largo de su vida.

Ahora, los quince mil volúmenes de la biblioteca de Granell, muchos de ellos dedicados por sus amigos –como Artur Cruceiro Seixas, Wilfredo Lam, André Bretón, Julian Gorkin o el propio Juan Ramón Jiménez–, ya reposan junto al resto del patrimonio del creador gallego en la fundación de Compostela y una exposición, comisariada por su hija Natalia, directora de la institución, intenta explicar las "coordenadas básicas para situarse en el mapa de toda una vida de conocimiento".

Porque enfrentarse de golpe a los quince mil volúmenes que llegaron en 2007, tras el fallecimiento de la esposa de Granell, a la Fundación, puede ser una tarea complicada. De hecho, llevó mucho tiempo catalogarlos, porque, como explica Natalia, no solo hay libros de literatura, surrealismo, política –sobre todo del P.O.U.M. y de la Guerra Civil– y de arte –incluido un libro de Rubens que era referencia en el hogar–, sino también de psiquiatría, esoterismo o sociología, "todo un universo de intereses" en el que tampoco faltan los mundos ideados por el Marqués de Sade.

En la muestra, que ocupa todo el edificio, excepto la zona dedicada a la biblioteca recién inaugurada tras la ampliación de la fundación, pueden contemplarse desde la máquina de escribir de Granell hasta un traje de luces que la familia guardaba en casa, pasando por selección de obras sobre Galicia, un tema que también le interesaba mucho, según cuenta su hija. Lo demuestran una acuarela y un dibujo a tinta que se escapan un poco del estilo habitual del surrealista.

En las vitrinas también se puede comprobar su obsesión con León Trotsky, a quien "admiraba mucho", y sus desencuentros con el gobierno guatemalteco por sus ideas comunistas, que motivaron su expulsión del país y que su libro, "Arte y artistas en Guatemala", fuese quemado. Solo se conserva un ejemplar que tuvo la "amabilidad" de enviar a la familia un miembro del Gobierno.

Pero el archivo de Granell no es solo bibliográfico. Hay también multitud de cartas, fotografías –entre ellas, en la exposición se puede ver una copia original de la famosa imagen de Robert Capa de la muerte de un miliciano– y documentos que recogen sus conferencias en la radio y que demuestran, entre otras cosas, lo aficionado que era Granell a corregir las erratas en los periódicos.