Las pantallas echan humo. Una mediocre e irrelevante película como "A Serbian film" ha dado en la diana de la provocación gracias a un juez español que ha imputado al director artístico del Festival de Sitges, Ángel Sala, por permitir su exhibición. Lo que no ha ocurrido en ningún otro país del mundo, incluido los habitualmente estrictos Estados Unidos, ha pasado en España. "A Serbian film" contiene escenas de sexo simulado con menores. En una de ellas se viola a un bebé que, en realidad, es un muñeco. Imágenes perturbadoras, incómodas e impactantes, pero que distan de ser una exhibición pornográfica de actos consentidos. Una crítica a la violencia tan dura como sensacionalista que pone a prueba las costuras de la paciencia del espectador. De hecho, siempre hay deserciones en las salas donde se ha exhibido. Y es que estamos ante una película de horror, no ante un filme pornográfico tal como lo entendemos todos.

Por cierto, "A Serbian film" se puede ver online o descargarse de internet sin el menor problema, las copias pirata circulan alegremente sin que un solo juez haya movido un dedo para evitarlo. Su carrera internacional incluye una docena de festivales internacionales, premios en Oporto, Serbia y Montreal y su presentación en los mercados de Cannes y el American Film Market de California. Sin denuncias.

Tras la provocación llega el debate. Las redes sociales se movilizan contra lo que consideran una variante de la censura. No entienden quienes así opinan que se ataque de esa forma al director de un festival sólo por proyectar, en horario de madrugada y poco menos que de tapadillo, una cinta que en otros certámenes ha pasado sin obstáculos, casi siempre vapuleada por la crítica por sus burdas formas y su previsible fondo.

Artistas y cinéfilos defienden en su mayoría la libertad de creación. Y, por consiguiente, de exposición. Películas ya clásicas como "La naranja mecánica" y "La pequeña" lo tendrían crudo hoy en día con su retrato (simulado) de la violencia o el sexo infantil (algo que, por ejemplo, se muestra también en la premiada "Pa negre", que tiene escenas con niños bastante arriesgadas). El director de ésta, Agustí Villaronga, ha recordado que en 1987 estrenó "Tras el cristal", donde un médico nazi abusaba de niños. Hoy la vigilancia de lo políticamente correcto haría muy difícil su realización.

Por contra, algunos juristas y asociaciones de defensa de los menores subrayan que todo tiene un límite señalado por el Código Penal y que la ficción no es una patente de corso. El artículo 189 castiga la exhibición de material pornográfico infantil aunque no se utilice directamente a menores. La cuestión es: ¿se puede considerar material pornográfico a una película con dos escenas simuladas y pensadas para horrorizar? Especialistas en Derecho distinguen entre la pornografía infantil dirigida al consumo y tráfico entre personas y la presencia de ella dentro de una obra con pretensiones artísticas. Otros, en cambio, denuncian situaciones que puedan suponer una apología de los abusos a menores.

Las aguas bajan negras en el cauce de lo que se entiende por censura. Una de las entregas de la saga "Saw" tuvo serios problemas de distribución por su extremada violencia y el musical "Hair" se encontró en Barcelona con un palmetazo legal porque se fumaba en escena. En realidad no era tabaco y todo quedó en humo de rebajas, pero la polémica ya estaba servida. El caso de la película de Srdjan Spasojevic es más grave porque a Sala le acecha la Justicia. Lo curioso (o kafkiano, para algunos) es que la "víctima", en este caso, no es el director o el distribuidor, sino el director de un festival en el que las películas repletas de escenas de extremada violencia son el horror nuestro de cada día.

Pase lo que pase, los grandes beneficiados de esta historia son los que han hecho "A Serbian film": el objetivo de provocar y escandalizar está más que cumplido en España. Todo un éxito para una película que sólo merecía el olvido.