Iñaki Martínez Antelo es desde hace unos días el nuevo presidente de la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España (ADACE), que integran los responsables de algunos de los centros museísticos más importantes del país. El director del Museo de Arte Contemporáneo de Vigo (MARCO) sostiene que la clave del futuro de estos centros pasa por fomentar la colaboración entre estas instituciones y el sector privado.

-A los museos de arte contemporáneo se les achaca ser los menos visitados. ¿Son realmente atractivos para el público?

-Es posible que exista cierta desconexión entre el arte contemporáneo y el público, pero no comparto esa afirmación de que sean los menos visitados. Por poner un ejemplo, el Reina Sofía de Madrid está casi a la par en número de visitas anuales que el del Prado, siendo éste probablemente la pinacoteca más importante del mundo.

-¿El público es “clásico” en cuanto al arte?

-Lo cierto es que buena parte de las obras consideradas “clásicas” son tremendamente complejas, y requieren de ciertos conocimientos para su completo disfrute y comprensión. No es cierto que todo el arte contemporáneo sea tan hermético; hay obras que admiten múltiples lecturas y que no precisan de una gran preparación para ser contempladas o comprendidas. Lo que sí se requiere del espectador es acercarse a la obra con una actitud abierta y sin prejuicios, dedicándole un tiempo, del mismo modo que nos sentamos en una sala de cine.

-¿La educación tiene que ver en todo esto?

-Existen muchas formas de acercar el arte contemporáneo al público, mediante acciones de comunicación, de formación, y desde luego, educativas. La percepción y el aprecio del arte se basa en la educación, en un mejor conocimiento.

-¿Los museos son rentables económicamente?

-Es un tipo de rentabilidad que no se puede medir sólo en términos económicos, aunque también, ya que el cultural es un sector productivo con cada vez más peso. Pero hay que considerar lo que aportan los museos a la educación, la formación, la investigación, la innovación, la conservación del patrimonio, el turismo. Naturalmente, la presencia de ciertas obras en una colección o ciertas exposiciones puede garantizar la venta de entradas o la afluencia de público, pero la inversión necesaria sería siempre mayor.

-El MARCO parece ser la excepción en cuanto a visitantes. ¿Cuál es el secreto?

-No sé si es una excepción, pero en cualquier caso los secretos o fórmulas mágicas no existen. Una de las claves está en la profesionalización, en el trabajo, en la formación de un equipo de personas que tengan claras sus funciones, además de una programación bien planificada y que tenga en cuenta los distintos tipos de visitantes. Además, no cabe duda de que la situación en el centro de la ciudad, la recuperación de un edificio emblemático con una modélica reconstrucción, la implicación en el patronato de distintas administraciones han ayudado a que el MARCO tenga la trayectoria que tiene.

-¿Y cómo ha logrado la proyección exterior que tiene en tan solo ocho años?

-El MARCO ha tenido una buena proyección exterior desde su inicio, a través de la labor de su primera directora, Carlota Álvarez Basso. Desde que asumí la dirección, me planteé el reto de continuar en esa línea, favoreciendo los contactos con instituciones, centros y personas que trabajan en el mundo del arte contemporáneo, dentro y fuera de nuestras fronteras. Estamos coproduciendo y colaborando con instituciones a las que hace unos años habría sido impensable plantearles un proyecto conjunto. Esto hace que el MARCO y Vigo tengan mayor visibilidad, además de lo que supone en la cofinanciación de los proyectos.

-¿Teme que los recortes presupuestarios limiten la programación del MARCO?

-Todos los sectores se han visto afectados, y dentro del sector artístico, no solo los museos y centros de arte sino también profesionales autónomos, empresas, galerías y artistas. En el caso del MARCO, la reducción presupuestaria ha sido quizá menos drástica, por estar repartida entre las cinco entidades que conforman el Patronato. Estamos buscando fórmulas para seguir ofreciendo una programación interesante, atractiva y al mismo tiempo realista.

-¿Cuál es el futuro de los museos?

-Una de las claves está en una mayor colaboración entre las instituciones y el sector privado, en favorecer la afluencia de capital privado. Y debemos tener la flexibilidad de adaptarnos a cada situación o a cada momento económico o social; debemos reinventarnos del mismo modo que el arte se va transformando, quizá más deprisa que la propia sociedad. Tenemos que convencer a la empresa privada de los beneficios que puede tener colaborar con una institución como la nuestra, quizás sea nuestra asignatura pendiente. Además de los beneficios de imagen de marca que puede tener para la empresa, ésta tendría que tener mayores incentivos fiscales para animarse a colaborar en proyectos culturales.

-El museo Chillida, por ejemplo, ha cerrado...

-Siempre es una mala noticia que se cierre un museo. Se debería encontrar una fórmula adecuada para la gestión sostenible del museo, en la que necesariamente habrán de ponerse de acuerdo los herederos de Chillida y las instituciones públicas.

-¿Puede ser un aviso sobre el futuro de los museos privados?

-Evidentemente. Pero las administraciones públicas tampoco pueden hacerse cargo de todos los proyectos culturales al cien por cien. Cuando se plantea la creación de un museo, ya sea público, privado o mixto, o cualquier infraestructura cultural, debe pensarse en su mantenimiento y su continuidad, no en construir un edificio. Los museos hay que mantenerlos y cuidarlos; son mucho más frágiles de lo que pueda parecer.

-El sector del arte pide un pacto para la cultura y recuerda que también genera puestos de trabajo. ¿Se considera la cultura un artículo de lujo?

-Es peligroso hablar en estos términos, ya que se tiende a frivolizar o a preguntarse si la cultura es necesaria. Sería como considerar un lujo la función de las universidades o de la investigación. En una sociedad avanzada como la nuestra, cuestionar la cultura y el acceso a la misma sería como retroceder en el tiempo.