Manuel Gómez (Gondomar); Rubén Fidalgo (a caballo de Vigo y A Coruña) y el coruñés Antonio González Gil tienen en común la pasión de ser coleccionistas de vehículos clásicos y antiguos. Algunas de sus joyas se han mostrado desde el viernes y hasta hoy en Compostela para permitir al público soñar con épocas pasadas en las que coches y motos no eran los electrodomésticos de usar y tirar de hoy en día.

“Antes, los coches se hacían para durar. Valían lo que valía una casa y era un lujo tenerlos aunque fuesen utilitarios porque se vendían muchas menos unidades que ahora”, reflexiona el joven Rubén Fidalgo.

Desde niño, se habituó a observar los coches “raros” de su padre, como el Volkswagen tipo 3 Variant que quedó retenido en su mente a pesar de que el vehículo familiar desapareció con los años del garaje.

La querencia siguió presente como huella nostálgica en una imagen hasta que un amigo “localizó un coche en Francia del mismo modelo pero con la carrocería que me gustaba, deportiva. Mi novia y yo cogimos un remolque y subimos a Burdeos. Lo trajimos y lo restauré. Me resarcí de la espinita que tenía clavada”, confiesa. Ahora, Fidalgo cruza Galicia en su Volkswagen Karmann Ghia T 34 del que en su día se construyeron 40.000 unidades. Hoy, sobreviven 2.000 en todo el mundo. “El problema de la restauración (que efectúa él mismo) es que no hay piezas”, comenta una persona a la que esta joya nunca ha dejado tirado a pesar de superar los 45 años de antigüedad.

Sin embargo, su Volkswagen no se muestra en el Salón del Vehículo Clásico a donde Fidalgo ha acudido para exponer varios Saab de cuya atención y mantenimiento se ha ocupado en estos años a pesar de ser de amigos.

“El último de la especie”

Junto a ellos, en el recinto ferial, se mostrará también el Abarth 1600 S. “Es el último de su especie antes de que Fiat adquiriese la firma creada por Carlo Abarth”, explica el propietario del vehículo, el arquitecto Antonio González Gil, de Culleredo (A Coruña).

González Gil posee una nutrida colección de coches clásicos de la que evita dar detalles y que empezó hace 15 años. En lo que sí se explaya es en la “pasion que lleva en la sangre. Mi humilde colección es reflejo claro de mis intereses sobre el diseño del automóvil. Los prototipos, las series especiales y los automóviles singulares son los protagonistas”.

A su juicio, España es un “paraíso” de los vehículos clásicos debido a las circunstancias políticas que vivió. “La Feria de Barcelona era el único lugar donde estaba permitido adquirir coches singulares en las décadas de los 60 y 70. Los representantes de las marcas sabedores de la facilidad de venta importaban modelos y prototipos desarrollados por las firmas. Por eso, este país ha sido y es el paraíso del arqueólogo del automóvil”.

Las motos no son menos. Algunas cruzaron África batallando en la II Guerra Mundial encargadas ex profeso por Hitler a la BMW y dirigidas por Rommel, el Zorro del Desierto. Una de ellas, con metralladora incluida, reside en Galicia y se muestra en el I Salón del Vehículo Clásico.

Su propietario, Manuel Gómez (Gondomar) lleva media vida -concretamente, 25 años de los 50 cumplidos- coleccionando motos. Su pasión por ellas se inició cuando a la edad de 13 años sus padres le regalaron un ciclomotor Derby para bajar al pueblo a trabajar. En la actualidad, suma 112 piezas de las que 70 están restauradas por personal de la comarca de Val Miñor, principalmente, en los que deposita su confianza. Gente como José González, al que califica de “artista”.

Entre sus joyas, Manuel Gómez destaca su moto más antigua, datada en 1897 mientras que la más moderna salió de la fábrica en 1960. Entre ellas, la colección Indian, la marca competidora de la Harley Davidson.