Manuel Rivas coincidió la pasada primavera en Galicia con Isabel Coixet, que preparaba una exposición sobre John Berger. El escritor le comentó que había estado en un homenaje a Baltasar Garzón en Jaén. Ella le dijo: "Yo quiero hacer algo sobre este hombre porque lo que están haciendo con él me parece un escarnio". Así comenzó a gestarse "Escuchando al juez Garzón", un documental de 84 minutos rodado en blanco y negro que se estrena el lunes en la Berlinale fuera de concurso.

En un primer momento, Coixet pensó en rodarlo en La Haya, donde Garzón –suspendido de sus funciones como magistrado de la Audiencia Nacional e imputado por investigar los crímenes del franquismo y por presunta prevaricación en las escuchas de la operación Gürtel y los supuestos pagos del Banco de Santander– ocupa ahora un puesto como asesor de la Corte Penal Internacional. Finalmente, el escenario escogido para la entrevista fue un modesto y desnudo estudio en el Madrid de los Asturias, con dos cámaras y un reducido equipo técnico. El rodaje fue de una tacada: siete horas seguidas, con una pausa de apenas unos minutos para cambiar las baterías de las cámaras e ir al baño.

Coixet quería evitar el color, que no pareciera un documental de televisión, y optó por un blanco y negro tirando a azulado. "Acentúa la presencia del personaje y da un carácter más intemporal" al filme, dice Rivas. "Da la sensación de alguien colocado en una situación extrema: es un hombre solo y está en una situación dramática", añade. "Garzón no ha tenido muchas oportunidades de expresarse, aunque parezca una paradoja, por su propia condición de juez, responsable de asuntos importantes y delicados, y por su propia situación de magistrado imputado", señala su interlocutor en el documental: "es una persona prudente y cautelosa que, además, sabe que, en su situación de imputado, cualquier cosa que diga puede converse en su contra".

Rivas había adelantado a Garzón "un esqueleto de cuestionario" y llevaba un papel con algunas preguntas más. "Pero llegó un momento, en que la entrevista se convirtió en una conversación espontánea", en la que el magistrado, "que ves que es una persona curtida y con mucho temple, se muestra especialmente dolido porque se ponga en suda su honor y no sólo se le investigue a él, sino a toda su familia" por los supuestos pagos de Emilio Botín.

"A lo largo de la entrevista se va abriendo y lo veo que habla como nunca. Yo lo conocía de haber presentado mi libro A cuerpo abierto, pero no habíamos charlado mucho, aunque tenía una idea de él: es de las personas que encarnan la mejor Historia de España. Es el único español que ha merecido editoriales en The New York Times ("Una injusticia en España") y en Le Monde ("El juez pionero de la justicia universal"), el primero desde el juicio de Nuremberg, y aquí se le trata como el último reo de la inquisición".

En la conversación, Rivas se lleva alguna sorpresa, por ejemplo, cuando habla del juez Giovanni Falcone, asesinado por la Mafia en 1992: "sabía que se conocían, pero no hasta el punto de que hubiese asistido a su entierro". Esa revelación, dice el entrevistador, "se convierte en un testimonio tremendo sobre la Mafia y me da pie a preguntarle si él también estuvo en peligro. Dice que sí, que hubo varias tentativas de matarlo".

"No sólo sabemos que tiene muchos enemigos sino que tanto él como su familia han estado en peligro real". Uno de esos intentos de acabar físicamente con él fue en Galicia y está vinculado a las investigaciones del narcotráfico, cuenta Garzón en el documental de Coixet.

Hay "un momento de inflexión" para Garzón, el caso Gürtel, la investigaciónn que inicia en febrero de 2009 con el fin desentrañar una presunta red de corrupción política vinculada al PP, cuya trama estaría encabezada por Francisco Correa. "En ese momento es cuando tiene la sensación de que van a por él", afirma Rivas, pero, dice, "le duele especialmente" el caso de los pagos, que le han llevado a verse "en una situación surrealista".

"Garzón es muy minucioso y se explica con todo detalle" en la entrevista. "Es la primera vez, también, que habla a corazón abierto de su vida y de sus comienzos como juez".

"No sobreactúa en ningún momento, es una persona que habla desde dentro, con una energía, con una emoción y con una pasión absolutamente humanas", explica Rivas: "dejamos de ver a un juez estrella y lo que vemos es a un tipo extremadamente humano que se cree tanto su trabajo que ningún otro juez podría estar hoy en España en su lugar".

Por eso, dice el escritor: "Nuca tirará la estrella de juez. Lo pueden expulsar de la carrera, pero nunca va a acobardarse ni a dejar de ser el paradigma del juez que persigue la justicia hasta el final". "¿Cómo no voy a actuar si tengo testimonios de desaparecidos tremendos y de niños robados?, ¿cuál es la obligación del juez?", viene a preguntarse Garzón en el documental: "Desatender a esas víctimas será mucho más que prevaricación".

Rivas destaca el interés que tiene escuchar al juez contar el procesamiento de Pinochet: "Parece una película de suspense, porque creía que se le iba a escapar". A juicio de Rivas, una vez más, si no fuera por "el factor humano", por ese voluntarismo de Garzón, "el buen juez que cree que para la justicia no hay fronteras, Pinochet no hubiera sido perseguido".

El juez desmonta con estadísticas que desgrana de memoria –no lleva papeles– las críticas a su modo de insturir los casos y, en otro momento, responde a las filtraciones de Wikileaks: "Si algo deja claro el embajador de Estados Unidos en los cables es que Garzón es un hombre independiente y que no se doblega ante la investigación de Guantánamo". Garzón confiesa en la larga entrevista con Rivas ante las cámara de Coixet que se sabe condenado de antemano: "Tiene la convicción de que lo quieren expulsar de la justicia para escarmiento y que en lo sucesivo no haya más garzones".