La militarización de las torres de control tiene un precedente anterior al de Estados Unidos. En 1973, una huelga de controladores obligó a los franceses a dejar en manos de los militares la gestión del tránsito aéreo. La consecuencia de aquella situación fue un accidente entre dos aviones españoles de Spantax e Iberia, que chocaron en las inmediaciones de Nantes, en el suroeste de Francia. El de Iberia, un DC 9 pilotado por el comandante Luis Cueto Capellán, de 36 años, se estrelló contra el suelo.

La totalidad de la tripulación y del pasaje, 68 personas, falleció en un siniestro que la prensa de la época, y luego los tribunales, atribuyeron a "la insuficiente formación técnica del personal militar" y lo "inadecuado del llamado ´Plan Marot´", establecido por los técnicos militares para dirigir el tráfico aéreo normal. Tras el siniestro, las principales compañías europeas, incluida Iberia, suspendieron sus vuelos sobre Francia, debido a la falta de seguridad.

Treinta y siete años después de aquella tragedia que conmocionó a Europa, la hermana del comandante fallecido, Alicia Cueto, se lleva las manos a cabeza cuando escucha cómo se plantea que los controladores militares se hagan cargo de los cielos españoles, en el caso de que se expulse a los protagonistas de la huelga salvaje del fin de semana. "Mi hermano no tenía que haber salido aquel día", se lamenta.

La culpa de aquel accidente la tuvo "la falta de un elemental conocimiento del inglés" por parte de los técnicos militares, según el Tribunal de Nantes, lo que motivó que un Convair de la compañía Spantax, que realizaba la ruta entre Madrid y Londres, permaneciese en la misma ruta y a la misma altura que el avión pilotado por Cueto.

El comandante, con 6.000 horas de vuelo a sus espaldas, había salido de Madrid y hecho escala en Palma, para luego partir hacia Londres. Justo a la una menos ocho minutos de la tarde, los dos aviones se encontraron fatalmente en el interior de una nube. No fue posible maniobra alguna de evasión. El Convair perdió parte del ala izquierda, pero pudo aterrizar en Cognac. Cueto intentó un aterrizaje de emergencia. Los testigos relataron cómo vieron al avión volar a baja altura y explotar cerca de la aldea de La Planche, unos treinta kilómetros al sur de Nantes.

Cuando escuchó estos días la posibilidad de que los cielos pasasen a manos militares, Alicia Cueto sintió cómo se le removían las entrañas. "No entiendo quién tiene la culpa en este conflicto de los controladores, pero me pregunto qué a va a pasar si se hacen cargo los militares", aseguró. Cueto tiene grabados el entierro del comandante en La Almudena, las lágrimas de su madre (que había perdido ese mismo año a su marido), el desmayo del padre de una azafata fallecida... "Éramos almas gemelas", se lamentó.