Una vez al año, más de un centenar de gallegos que acogen a niños de los campos de refugiados de Tinduf viajan a visitar a sus familias saharauis. Aprovechan el vuelo chárter de una compañía argelina para llevar ayuda humanitaria. En esta ocasión, aterrizarán en el desierto con 80 cajas que guardan equipos quirúrgicos y médicos para los centros sanitarios levantados en los campamentos. Durante una semana vivirán con las familias de los niños y niñas que acogen durante el verano, e intercambiarán noticias sobre la difícil situación de los saharauis que residen en lo que consideran territorios ocupados por Marruecos.

"La comunicación de los refugiados con sus amigos y familiares en el Sáhara Occidental es diaria. Ahora, las nuevas tecnologías permiten conocer lo que está pasando; hemos visto cómo arrasaban el campamento de El Aaiún y cómo se porta la policía marroquí con los saharauis. La represión siempre ha existido, ahora podemos saber lo que pasa allí pese a que impiden la presencia de prensa extranjera, pero antes... Los saharaius llevan más de treinta años perseguidos en su propia tierra", explica Maite Isla, presidenta de la ONG y una veterana de las expediciones a los campamentos del desierto argelino.

Este es el primer viaje desde el asalto al campamento de El Aaiún, que ha devuelto a la actualidad informativa un conflicto que se inició hace una treintena de años, cuando Marruecos envió a la antigua colonia española a 350.000 ciudadanos y 25.000 soldados para anexionarse el territorio aprovechando la crisis política en España durante los últimos meses de la dictadura franquista. La desidia de la ONU, que se ha gastado más de mil millones de dólares en una misión de paz que debía finalizar en 1992 con un referéndum sobre la autodeterminación que nunca se celebró por la oposición de Marruecos, y el férreo control que el Gobierno de Mohamed VI ejerce en los territorios ocupados han encendido una mecha entre los refugiados difícil de apagar.

"Están desesperados, porque ven cómo sufren sus familiares y amigos en su tierra. Para los refugiados, la vida en los campamentos es difícil, pero son libres. Los que siguen dentro, lo tienen peor porque son detenidos, ven a los marroquíes dirigiendo sus pueblos, con los mejores puestos de trabajo... Por eso han vuelto a hablar de la guerra, de volver a tomar las armas para recuperar su tierra", afirma Isla.

La mayoría de los 200.000 refugiados que viven en el desierto, donde han levantado miles de tiendas, huertos y hospitales, no ha pisado nunca el Sáhara Occidental. "No vivieron la guerra; el que la vive sabe lo que es; quedan menos mayores y como no tienen nada que perder, quieren retomar la lucha armada; se van a manifestar estos días a favor de la guerra", añade.

Durante una semana, la portavoz de la expedición gallega recorrerá los campamentos repartiendo la ayuda humanitaria. en un proyecto financiado por la Xunta. Posiblemente se cruce con algún viejo Vitrasa que los saharauis utilizan para llevar a los niños al colegio. Algunos vendrán a Galicia el próximo verano. "Este año nos visitaron 400, pero necesitamos más familias acogedoras en la comunidad", apunta Isla.