"El diagnóstico está ya al alcance de la gente. Nuestro objetivo ahora es la visibilización de los autistas", decía ayer Miguel Ángel Gallardo en el Club FARO. El conocido ilustrador, fundador de cómics como El víbora, autor de personajes como Makoki, ganador de premios como el Nacional del Cómic de Cataluña, vino a Vigo a hablar de algo tan ajeno al mundo de esas viñetas como "Una historia sobre el autismo", y no podía tener más oportuno presentador para ello que el psiquiatra Cipriano Jiménez, director general de la Fundación Menela.

Autor del libro-cómic "María y yo", del que luego saldría una película con el mismo título, padre de una niña con autismo, la separación de su mujer les llevó a ambos a establecer un nuevo vínculo en torno a la necesidad de asumir el cuidado de su hija. Varias veces al año María viaja a Barcelona, donde trabaja él. Con más frecuencia aún, Miguel visita a María en Gran Canaria. Juntos se van a uno de esos resorts llenos de alemanes que proliferan al sur de la isla, donde la vida de los clientes depende de una pulsera de colores. Van a la playa, se relajan en la piscina, pasean o dan buena cuenta –sobre todo, María– del bufé libre.

"Ha sido un largo viaje –confiesa Miguel–. Al principio me moría de vergüenza cuando, por ejemplo, María se ponía a gritar y la gente nos miraba; ahora, hace tiempo ya, es al revés, me siento orgulloso, aunque grite y nos mire todo el mundo". En una terraza, un restaurante, caminando por el centro de Las Palmas, en la playa de Las Canteras, cuenta el padre que cuando María llega, todas las miradas se centran en ella. "La visibilidad es una gran conquista –reflexiona–. Hay gente con discapacidad que se esconde, prefiere no salir a la calle, yo intento que María haga todo lo que su padre hace normalmente y que la sociedad se eduque y las identifique como personas. Eso sólo es posible por los muchos padres que como nosotros se echan a la calle con sus hijos soportando las miradas de la gente en una guerra de desgaste".

María nació en 1994, cuando todavía no era fácil obtener diagnóstico de autismo y pasamos por todo tipo de profesionales dando los suyos. El primer soplo de tranquilidad llegó cuando ya tenía ocho años y recibieron el diagnóstico. "Al menos ya sabíamos en qué teníamos que trabajar. La última fase que has de pasar es una especie de luto, como si se te muriera alguien –señala–; es un duelo por la niña con la que soñaste, una persona que ya no existe. Al mismo tiempo, María está ahí. Debajo de la etiqueta esa de síndrome del espectro autista hay una niña, que es ella, con su fuerte personalidad. Debes asumir que ella es la persona con la que te ha tocado convivir el resto de tu vida. Éso es fundamental. Necesitas reconocerla".

Cuenta Gallardo que en su libro le interesó explicar cómo en determinadas situaciones, por muy extraordinarias que sean, puedes adaptarte a ellas, conseguir seguir adelante y llevar una vida normal aún dentro de la anormalidad. Quería que fuese un libro que abriera al lector al mundo de ellos, y más de esperanza que de queja. Cuando te encuentras con algo así, al principio pasas por la fase de negación y de "echarle la culpa a Dios", luego por la fase de adaptación... Me interesaba explicarle al lector más que nada el mundo de mi hija".

Dijo que se seguía sin saber mucho del autismo. "No se sabe bien el origen, si es genético o no. Sí se sabe bien la cuestión de los estímulos sensoriales. Nosotros tenemos filtros para los estímulos exteriores, por ejemplo, puedes estar tomándote algo con un colega pero sólo escucharle a él y no al señor que tienes detrás o los ruidos del bar. Los autistas no tienen ese filtro y lo reciben todo a la vez, como un caos, por eso se encierran en sí mismos y eligen filtrar lo que quieren o lo que pueden".

Habló de todos esos retos cotidianos en la relación entre el mundo y un autista, desde hacer una cola que ellos no pueden entender hasta viajar en un avión. "La integración no la veo –dijo– como una solución, sino como una opción. Ni siquiera pretendo que María sea normal sino feliz en ese mundo suyo, no sé si es pequeño o grande, pero suyo".