El objetivo de las Academias de la Lengua es garantizar la unidad del idioma y, para ello, unos y otros debemos hacer concesiones. En España costará acostumbrarse a lo de "ye" para la "i griega" y a escribir "ceta" para la "z". Y en América tendrán que renunciar a decir "be alta" y "be baja" para la "b" y la "v".

Más de 800 páginas tendrá el nuevo volumen de la ortografía española, una edición que la editorial Espasa publicará antes de Navidades en todos los países de habla hispana, y que, entre los aspectos más conflictivos propone no tildar el adverbio ´solo´ ni los pronombres demostrativos "incluso en casos de posible ambigüedad".

Escritores, editores y profesores de Lengua Española gallegos observan de distinta forma la reforma y, sobre todo, coinciden en que, aunque los cambios no son muy contundentes, "necesitaremos años para que nos salga escribirlos de manera natural". Así lo considera la escritora lucense Marta Rivera de la Cruz. "Reconozco que para mí estos cambios son terribles y que me va a llevar mucho tiempo adaptarme a ellos; mi memoria es muy visual y son muchos años viendo las palabras de una determinada manera", comenta. La escritora confía "plenamente" en el criterio de sus editores. "Aunque ellos siempre respetan al autor, me parece bien que corrijan estas nuevas normas", apunta.

A pesar del disturbio que le pueda ocasionar, Rivera asegura que valora mucho "la labor de las Academias por unificar la lengua y creo que todos tenemos que asumir los cambios y no hacer de ellos ningún drama", concluye.

El también escritor Domingo Villar resta importancia a los nuevos ajustes ortográficos. "Son cambios menores, de poca relevancia, y me parece muy bien que el idioma esté vivo". El "padre" del inspector Leo Caldas confiesa, no obstante, que "como a todo el mundo, me cuesta adaptarme a los cambios, pero procuro prestar atención a todas las novedades que surgen para cumplir las normas vigentes".

El escritor vigués espera que los cambios "se incorporen con rapidez a los procesadores de texto y, como la mayoría escribimos en ordenador, los errores serán detectados sin mayor problema".

Los editores, mientras tanto, tampoco quieren ser los últimos responsables. Eduardo Riestra, director de Ediciones del Viento, deja claro que no acepta "la autoridad absoluta de las academias". "Sigo haciendo cosas que la Academia recomienda hace tiempo no hacer y, por el momento, seguiré acentuando ´sólo´ en situaciones de ambigüedad", advierte, al tiempo que detalla que se refiere a los cambios más actuales. "Una palabra no se puede considerar mal escrita de un día para otro; otra cosa sería no acatar los cambios de hace ochenta años".

Tampoco cree que sea necesario revisar las reediciones de las obras para ajustarlas a la nueva normativa. "En literatura, las formas dependen mucho de cada autor y el lenguaje es del pueblo y no de la Academia; si un autor decide acentuar una palabra que ya no se haga, lo respetaré".

La libertad del escritor

"La decisión última es la del escritor", coincide Manuel Rivas, que opina que los cambios en la ortografía, "aunque son pequeñas modificaciones", hay que "tratar de interiorizarlos de manera natural, nunca con prisas".

En gallego, Rivas confiesa no haber acatado algunas normas como "preto", en lugar de "perto". "Defiendo que en literatura existe una libertad, ya que no sólo registras la lengua", indica el autor, al tiempo que explica que en su última novela, "Todo es silencio", "introduzco mexicanismos y argentinismos porque me parecía adecuado para los personajes y creo que es algo que hay que hacer, convertir la literatura en un campo fértil, de erotismo lingüístico". Concede que en los textos oficiales y en las informaciones periodísticas, "la cosa cambia, ahí sí que hay que hacer un mayor esfuerzo por ajustarse a los cambios".

Desde la docencia, sin embargo, la norma se observa con mayor rectitud. "La ortografía es esencial para mantener la unidad del idioma, por eso, aunque la Academia no impone, sino que recomienda, es importante adaptarse a los nuevos tiempos", afirma la catedrática de Lengua Española de la Universidad de Vigo Mª do Carmo Henríquez.

"No podemos pensar sólo en el español de Madrid; se trata de una lengua de 400 millones de personas y todos tenemos que hacer concesiones y transigir", advierte la experta que, entre los nuevos cambios, especialmente está de acuerdo con el respeto a la forma original de los latinismos.

El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, asegura por su parte que le parece bien que se puedan hacer modificaciones en la ortografía "para favorecer la comprensión y vincular la evolución de la lengua a la situación de la sociedad".