Reflexionó Rubén Losada en el capítulo ayer publicado por FARO sobre sus padres, su infancia, su juventud, la república, la guerra y la posguerra que le tocó vivir, su escapada a una Argentina floreciente en 1947 en parte por conocer mundo pero también por un desengaño amoroso, su vuelta en 1950... “Viví -cuenta- 12 años de monarquía alfonsina, seis de República, tres de guerra, 10 o 15 de miseria de posguerra (salvo tres que marché a Argentina como aventura de juventud), 40 de franquismo y, por ahora y hasta que aguante llevo casi un cuarto de siglo de democracia... pero no me olvido de aquel hambre de posguerra que veía alrededor, aquel pan que era de lo que se podía, aquellos padres con hijos a los que el médico mandaba tomar leche con azúcar cuando tener azúcar era un tesoro, aquel café que no era café sino achicoria... El estraperlo era intenso sobre materias de primera necesidad, la picaresca de supervivencia que generaba era increíble”.

La experiencia de la cárcel. A principios de los sesenta, coincidiendo con una oleada de huelgas en otros lugares de España, Rubén y unos clientes del bar, amigos suyos, deciden hacer y distribuir una octavilla en la que llaman a los trabajadores de Vigo a la huelga en solidaridad con unos despedidos de una fábrica que había en un Coia, entonces sin urbanizar. Inmediatamente son detenidos por la policía social y recluidos en la cárcel de Vigo, entonces en Príncipe, en los bajos de los antiguos Juzgados. La Pirenaica anuncia que ha sido detenida una célula comunista en Vigo, lo cual perjudicaba a Rubén y sus compañeros del talego al identificarlos con el máximo enemigo del Régimen. Sin embargo, sólo uno de ellos era del PCE y los demás ni lo sabían. Rubén, que tenía también la nacionalidad argentina, corría el peligro de que le expulsen de España, y renunció a ella. Está tres meses en la cárcel. Le encargaron que diera clase a los presos y lo que más les gustaba era que les leyera el Readers Digest, sobre todo un reportaje que hablaba sobre cómo se había organizado un gran robo. Se les quiere juzgar en el tribunal Especial de Actividades Extremistas, pero no llegó la sangre al río y el fiscal salió en su defensa. “Quedé marcado para muchos como comunista aunque nunca lo fui -dice Rubén- pero al salir la gente me felicitaba en el Goya. Creo que aumentó la clientela”.

Las escuadras de guerra. Una imagen que Rubén mantiene en su retina es el paso de las escuadras inglesas, alemanas, francesas, luego americanas y hasta rusas en los últimos tiempos. “No sólo hacían florecer los días de su estancia el negocio de prostitución de la Herrería -cuenta- sino que eran clientes de la hostelería local. En los bares chapurreábamos inglés por los marinos de Inglaterra que descansaban en Vigo y que, por cierto, eran los que tenían más dinero; los de las otras escuadras, como la alemana, no tenían un clavel. Recuerdo aquellos barcos que mandaba Hitler con obreros de vacaciones en su campaña “La fuerza por la alegría”, o algo así, un programa populista anterior a la guerra mundial”.

El paso de la vida. ¿Qué había en el Goya antes de que llegara la familia de Rubén (años 30) y otra anterior a la que adquirieron el traspaso? Dice él que era “la cochera de Herrador”, de alquiler de carros de caballos aunque no sabe perfilar bien el tiempo. El hecho es que Rubén fue viendo pasar los años con muchas caras conocidas desfilando por el bar, como el arquitecto Agustín Pérez Bellas o su mujer, la explosiva Mercedes Ruibal... No faltaron tertulias de médicos, de artistas... sobre todo desde que cerró el cercano Derby en 1968, sede de las mejores desde los años 20. Incluso hubo una muy estable de amantes de los rallies y de las motos, en la que participaba activamente Rubén cono forofo del motociclismo. Pero la que más destacó fue la de los artistas, con Laxeiro como eje. El Goya fue también espacio de citas para programaciones culturales o de otra índole, como las “mostras” de teatro de Vigo, cuyos organizadores tomaban allí las decisiones. Pasarse por el Goya tras un acto cultural era costumbre, y por allí iban también quienes desfilaban por nuestra escena, fueran actores españoles de teatro, bailarines, conferenciantes... Rubén vio crecer la ciudad desde los 54.000 habitantes de su nacimiento hasta los 300.000 actuales apostado tras la barra, hasta que traspasó el bar cuando cumplió los 65 años, en 1984.

De 1919 a 2010. Nacido en 1919, en 2010, se mantiene ágil y con memoria. “Publica esto cuanto antes porque a mi edad no se sabe cuando te despides”.