John Barlow nació en Yorkshire, pero del york pasó rápidamente al serrano en cuanto pisó Galicia por primera vez hace dieciocho años. Licenciado en Literatura Inglesa en la Universidad de Cambridge y doctor en Lingüística aplicada, Barlow se enamoró de una gallega y ha vivido, desde 1992, en Santiago, Vigo, Ourense y, desde hace cinco años, está instalado en A Coruña, donde ha ampliado su familia con dos hijos gallegos.

Durante estos años, el escritor y periodista –que admite ser "un gran comedor"– ha ido descubriendo la gastronomía gallega y sorprendiéndose de los numerosos recursos que los gallegos tienen para disfrutar de cada parte del cerdo. Hace un año decidió "estudiar seriamente" este fenómeno y, durante varios meses, se embarcó en un recorrido por toda Galicia que, aunque en un principio era meramente gastronómico, terminó siendo un relato –no exento de humor– en el que un británico mira, disfruta y se sorprende con las costumbres gallegas, el carácter de los aldeanos, la cultura de cada zona y, por supuesto, la comida. "Todo menos o cuiñar. A voltas co porco por Galicia" (Ediciones Franouren) es la primera obra que el autor publica en gallego aunque ya fue editada en inglés hace dos años y ha tenido una muy buena acogida en Estados Unidos. "Eso sí, en la edición inglesa tuvimos que sacar del título la palabra Galicia, porque los editores decían que allí nadie sabría de dónde hablábamos y pusimos ´el norte de España´", advierte el autor.

El cocido es el plato estrella del libro y el autor no se pierde degustarlo en los lugares donde es más característico como Laza, Verín o Lalín. "Una de las comidas la realicé con un grupo de amigos de la BBC y se quedaron muy impactados cuando vieron la cabeza del cerdo allí plantada", dice riéndose. Y es que, para el gusto inglés, hay muchas partes del cerdo que son absolutamente desconocidas en su gastronomía como la lengua, el corazón o las orejas. "No es que no se tomen, sino que todo está en salchichas, así que no las vemos, mientras que aquí se ven y, encima, las adornan festivamente", afirma.

Barlow no quiso perderse nada, ni siquiera una matanza, que pudo seguir en un pueblo cerca de Lalín. "No era bonito, pero me pareció un acto bastante natural", recuerda.

Pero el libro es mucho más que gastronomía. "Una comida es un muy buen momento para hablar de temas cotidianos y conocer más de cerca el carácter de los gallegos", reflexiona Barlow. De esta experiencia ha concluido que "el gallego es amable y contenido, casi el contrario del estereotipo que se tiene del español fuera de España". Le describe también como "muy hospitalario" y, sobre todo, obsesionado con la comida: "Es capaz de pasarse toda una tarde hablando de eso", se sorprende. Poco a poco, se ha familiarizado también con la popular retranca. "Como decía Cunqueiro, yo también creo que es una forma de defenderse del extranjero del que, en principio, todos desconfían", apunta.