El gallego David Monteagudo, autor del libro-revelación de 2009 en España, Fin, editado por Acantilado, está preocupado. Su tranquilidad no la perturba la novena edición de su novela. Tampoco la inmediata traducción de la misma al alemán, holandés e italiano. En unas horas, este lucense nacido en 1962 firmará por primera vez ejemplares en la Feria del Libro de Madrid, tanto hoy como mañana. "¿Habrá gente o tendré que esperar a que llegue alguien?", se pregunta.

Su bautismo rúbrico, sin embargo, tuvo lugar el pasado Día de San Jordi, en Barcelona. "Disfruté de la experiencia. Fue curioso porque me habían dicho que iba a ser agotador. Estuve firmando en ocho lugares diferentes todo el día. Eso, comparado con una jornada de ocho horas haciendo cajas en una fábrica, es fantástico", explica el ex operario.

Desde Semana Santa, acogido a una excedencia voluntaria, ha decidido dedicarse las 24 horas al oficio de escritor que incluye las firmas de libros. Sólo en la Feria del Libro de Madrid, 1.300 autores dejarán su recuerdo gráfico estos días.

Monteagudo, novato en estos términos, reconoce que no ofrece grandes florituras en las dedicatorias por miedo a poner "tonterías". Como ideal, sitúa a Manuel Rivas. "Se lo curra muchísimo, haciendo cosas con tinta... Yo –por contra– acabo siendo un soso".

Rivas (que acudirá mañana a la feria madrileña para firmar ejemplares del relato infantil Milu, publicado por Kalandraka) se ha convertido en un maestro de la rúbrica.

Su primera vez fue en la Feria del Libro de A Coruña a finales de los 80 presentando Os comedores de patacas. Allí, llevó un sello realizado en patata con una figura abstracta que sumergía en tinta para estampar su firma en los libros. "Foi un acto vangardista", recuerda.

Fue una de sus múltiples anécdotas. Entre las últimas, su asistencia a la Feria do Libro de Carballo donde al lado de su caseta, un herrero mostraba su trabajo. Al final de la jornada, Rivas le regaló un libro suyo; mientras el artesano le agasajó con un fouciño.

Manuel Rivas recalca que, en las firmas, "o importante é o valor do encontro" entre el autor y el lector. No obstante, aclara que no todos los escritores pueden gozar de esos momentos. "Existen as firmas bestseller. Lembro ver a Carlos Ruiz Zafón nunha especie de pagoda; parecía un maharajá en silencio. Ó seu redor, había uns auxiliares de sinaturas que lle ían pasando os libros sen que tivese a posibilidade de ver a quen llo asinaba. Parecía un show estelar. Sen embargo, cando te moves noutras dimensións, permíteseche adicarlle máis tempo ó encontro".

O vigués Xosé Ballesteros (autor de literatura infantil de Kalandraka) coincide con Rivas. "Supoño que para escritores como Antonio Gala a sinatura de libros será como un ritual. Despois estamos os restos dos mortais. Eu levo asinando dez anos O coelliño branco e é unha satisfacción ver como foron crecendo eses lectores", señala.

Ballesteros, para quien firmar un libro es un acto de cariño y afecto, plantea un último debate: el porvenir de la rúbrica en la era digital. "Mentras asinaba libros esta semana, caín na conta. Que pasará no futuro coas firmas cando o libro sexa virtual?", interpela. Manuel Rivas concluye que "a sinatura forma parte do libro ó igual cá portada. Faino diferente, persoal, algo que non se logrará por medio do E-Book"; mientras Paz Castro de Kalandraka afirma: "un libro asinado é case un obxecto de culto".