“Si hay demasiado deshielo las corrientes marinas pueden ralentizarse y producirse una glaciación”, dijo ayer en el Club FARO Sergio Rossí, doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona. “Algo se mueve en el hielo: efecto del calentamiento en los polos de la Tierra” fue el título de una charla audiovisual que le presentó Guillermo G. Cisneros, catedrático de Biología y Geología.

El investigador español matizó su declaración inicial diciendo que la glaciación era una hipótesis científica, un miedo, y que ojalá se equivocaran en tenerlo. “Lo que sí está claro es que los dos polos, Ártico y Antártico, son los termostatos del planeta y lo que ocurra en ellos nos afectará a todos de modo directo. Digámoslo de otro modo: hay un efecto preocupante y es que si los glaciares se deshielan hasta un punto crítico se ralentizan las corrientes marinas y eso podría dar lugar a la citada glaciación”.

“Desde luego, el hielo retrocede; no en todas partes por igual pero los indicios de regresión son claros. Ese es uno de los sistemas que más ha de resentirse de un futuro aumento de la emperatura debido a los gases de efecto invernadero”, afirma Sergio Rossi.

Una helada certeza

En lo que insiste Sergio Rossi, autor de la novela “El cementerio de icebergs” en Plaza y Janés, es que, a pesar de que todavía se podría discutir qué parte del porcentaje de “culpa” es humano o es debido a un ciclo natural, de lo que hay certeza es de que en la mayoría de lugares claves del planeta el hielo está desapareciendo de forma acelerada. “En el Ártico ha desaparecido entre un 15 y 20 por ciento del hielo marino en los últimos 30 años -dice-. En el otro hemisferio, la Antártida, un regulador térmico del planeta, de los 244 glaciares que van a dar directamente el mar, 212 están en franca regrsesión”.

Rossi afirma que hay varias interpretaciones posibles pero afirma que el cambio que estamos viendo ahora se sale de los patrones que podríamos considerar naturales: el aumento de temperatura, CO2, metano, etc, es más acelerado respecto a otras épocas investigadas. Y citando al científico Antoni Rosell, coincide con él en que “es muy difícil sostener que gran parte del cambio no es de origen humano, antropogénico; hay demasiadas evidencias al respecto”.

¿Qué consecuencias tendrían los deshielos si los grandes glaciares se disuelven? Citando a otro estudioso, Rainer Zahn, Rossi dijo que “en el caso de Groenlandia, si la enorme masa de hielo se transformase en líquido, la corriente del Golfo se vería afectada: un ligero hundimiento de esa corriente provocaría una deceleración, ligero enfriamiento pero, a la par, una menor evaporación, al ser el agua superficial más fría”.

En cualquier caso, este biólogo explica que, si el proceso de retroceso en el Artico es claro, el de la Antártida es mucho más complejo, depende de muchos factores combinados hasta el punto de que en determinadas zonas en vez de regresión hay aumento de masas heladas. ¿Qué pasaría, se preguntó, si se desacelerase la corriente del Golfo? Según dijo, los datos paleoclimáticos indican que, sencillamente, se pondrían los ingredientes para revertir el cambio, esto es, para que el planeta se enfriase de forma brusca.” Volveríamos a sufrir una glaciación. Pero, por ahora, las potencias se interesan por las ventajas inmediatas del deshielo”.

Rossel afirmó que, más que los problemas de adaptación de osos polares o focas, lo que atrae la atención de los científicos son las algas microcópicas y los cambos en el permafrost (suelo helado). “Son los cambios de lo pequeño -explica- lo que está centrando la atención de los científicos porque esa es la base sobre la que se sustentan osos. focas, caribús o los mismos seres humanos que habitan esas zonas del planeta”.

Rosell se refirió al krill, una especie de maná alimentario que los investigadores consideran la pieza clave entre la producción primaria y el resto de los organismos (peces, cefalópodos, pingüinos, focas, ballenas...) del océano austral que baña las costan antárticas. “Hay zonas de esta península donde el hielo estacional es más escaso, y si no hay hielo, no hay krill. “La península antártica -comentó- es de las zonas que más rápidamente se están calentando del planeta y es uno de los lugares donde más krill hay. Hay cambios en su abundancia y, por ejemplo, el hecho de que las madres de pingüino tengan que nadar más para conseguirlo pueden reducir hasta un 20 por ciento las crías”.