En pleno siglo XXI, el feminismo continúa siendo "vigente y necesario", pues vivimos, advierte Helena Miguélez, "bajo la ilusión de la igualdad". La filóloga viguesa reivindica esta perspectiva en el día a día y en su trabajo como investigadora. En su tesis reveló cómo las traducciones al inglés de las obras de Rosa Montero, Esther Tusquets y Mercè Rodoreda "censuraron" referencias feministas. "Es algo común. Hace poco se ha traducido al gallego una novela de Sarah Waters en la que cuatro mujeres mantienen relaciones lesbianas y en la introducción y la sinopsis se utiliza el masculino genérico mozos. Es un prejuicio de los editores en nombre del patriarcado y el mercado, aunque en esto también se equivocan porque esta autora vende libros como rosquillas", comenta.

Su ocupación actual es una revisión de todas las historias de la literatura gallega escritas desde el siglo XIX hasta nuestros días desde una perspectiva de género. Miguélez (Vigo, 1978) centra su atención en la feminización de escritoras como Rosalía de Castro, un "encasillamiento" que hoy siguen sufriendo las nuevas generaciones. "No se habla de literatura de hombres, pero ellas son demonizadas. Yolanda Castaño, por ejemplo, ha sido muy vituperada", critica.

Trabaja desde hace una década en Reino Unido, aunque su primer contacto con el país fue gracias a una beca "erasmus" en Londres mientras estudiaba Filología Inglesa en el campus vigués. Al terminar, completó un máster en estudios de traducción y se doctoró en Edimburgo para trabajar después en la Universidad de Aberdeen.

En 2005 ganó su plaza de profesora titular en Bangor, Gales. Es la responsable de la sección de español, donde también trabajan tres filólogos coruñeses, y dirige el Centro de Estudios Gallegos, ambos dependientes del departamento de Lenguas Modernas. "Asistimos a una paradoja muy fuerte. Mientras en Galicia se instauran unas políticas basadas en prejuicios, nosotros seguimos produciendo hablantes internacionales y muchos de ellos acaban mudándose allí y buscando empleo, por ejemplo, como traductores", lamenta durante una conservación mantenida íntegramente en gallego, su lengua cotidiana junto con el inglés.

En Gales también conviven dos lenguas, pero las condiciones sociolingüísticas, apunta, son muy diferentes. "Sólo el 20% habla y escribe en galés y lo utiliza como su primera lengua, sin embargo, las escuelas monolingües tienen lista de espera. Los padres, incluso los inmigrantes, creen que sus hijos aprenderán el inglés de todas formas", compara.

La Universidad de Bangor es una de las pocas del país que imparte Filología galesa y Helena, como el resto de profesores, asiste a cursos gratuitos para aprenderlo. "Es muy difícil", admite. Aunque es una convencida defensora del plurilingüismo –"Debería ser una aspiración de todo ciudadano"–, ironiza sobre la "idealización" del inglés en la actual política lingüística de Galicia.

Los alumnos de Filología Hispánica de Bangor reciben una formación académica que incluye las realidades idiomáticas de las comunidades autónomas. Y en el Centro de Estudios Gallegos, además de aprender nuestro idioma, pueden participar en diferentes actividades culturales que también se abren al resto de la comunidad universitaria.

Miguélez es la organizadora de la residencia de escritores, una iniciativa en la que un autor gallego convive durante un mes con estudiantes, traductores y otros expertos y que fue inaugurada por María do Cebreiro hace dos años. Fruto de aquella estancia, la filóloga viguesa tradujo al inglés su libro "Non son daquí", que acaba de salir de la imprenta. La invitada de esta edición ha sido María Reimóndez.

Ambas son dos autoras de referencia, junto a Rosalía, para la investigadora viguesa, quien en sus ratos de ocio también se decanta por lecturas de carácter feminista. En la actualidad, ocupa sus ratos libres con una biografía de la pintora italiana Artemisia Gentileschi, contemporánea de Caravaggio y torturada a causa de los prejuicios de su tiempo.

Aunque Miguélez echa en falta la playa de Barra "y su chiringuito", no se plantea volver a Galicia. En Bangor, una pequeña ciudad costera de menos de veinte mil habitantes que compara con Tui, "porque también tiene catedral", la vida "es muy tranquila" y propicia para el "montañismo y los paseos", aunque cuando añora un poco de "marcha urbana" se desplaza a la cercana Liverpool.

Helena lamenta "la idealización de las ciencias y las tecnologías" de la que adolecen las universidades. "Son un brazo de la economía y de los negocios, pero sin las humanidades no existirá una masa ciudadana crítica y con conocimientos sociales, culturales o políticos. Se necesita una formación amplia".