Buscaba el destino "más exótico" dentro de Europa y se instaló en una lejana isla azotada por vientos polares y cuyos habitantes conservan el férreo carácter de sus antepasados vikingos. Pilar (Santiago, 1975) se fue a probar suerte por un año y ya lleva cuatro como profesora de español para extranjeros en dos universidades de Reykjavik. Hace unos meses que tuvo a su primer hijo, el pequeño Lucca, y ni la adversa climatología ni la crisis provocada por la quiebra de tres bancos en 2009 les ha hecho replantearse a ella y a su pareja, un italo-argentino al que conoció en España, abandonar el país. "Fue brutal. Se hicieron inversiones arriesgadísimas sobre la nada y pasamos de que 80 coronas equivaliesen a un euro a 180. Pero los islandeses son duros, muy sobrevivientes, y saldrán de ésta", asegura convencida.

Sus convecinos también conservan rasgos "caóticos" de sus antecesores guerreros y el referéndum convocado ayer sobre la devolución de la deuda a Reino Unido y Holanda resulta, en su opinión, una muestra de ello. "Es delirante, una vikingada. Tienen detalles de los nórdicos, pero en realidad son muy suyos", revela sobre la idiosincrasia de una isla cuyo idioma ha permanecido igual durante siglos. "Es como si los españoles utilizásemos hoy la lengua de Cervantes", compara.

La tranquilidad de vivir en una ciudad de unos 150.000 habitantes y los increíbles paisajes la mantienen unida a Islandia. "Son sobrecogedores. Nunca he visto nada igual. Eso de que siempre es de noche es un mito. Puedes disfrutar de auroras boreales y desde la cocina de mi casa, en el centro de Reykjavik, veo el glaciar. Además la climatología también te forja y eso me gusta. Es un reto", destaca.

Apasionada por viajar y conocer otras culturas, esta licenciada en Filología Inglesa por la universidad compostelana y con un máster en didáctica de la Antonio de Nebrija, impartió clases de español en la Per Stranieri de Perugia (Italia) durante dos años y medio. Y antes de su actual destino pasó también por la República Checa. Además mantiene los vínculos con Santiago y colabora todos los veranos en sus cursos internacionales.

Casi la totalidad de los islandeses hablan inglés –"Sólo conozco a una octogenaria que no lo hace"– y el español es la lengua extranjera más demandada en Secundaria y por los universitarios. "Les encanta y ven en él una salida profesional", explica Pilar.

A pesar de este interés, la mayoría se queda en los tópicos, aunque esto va cambiando. "La semana pasada el Aula Cervantes organizó una charla sobre el Camino de Santiago y estaba hasta los topes. Pero el islandés medio no conoce mucho más que la Costa del Sol. De hecho, desde la isla sólo hay vuelos directos a Dinamarca y New York, pero tienen un chárter con Alicante", revela.

Sus alumnos de la universidad pública estudian Hispánicas, mientras que los de la privada pertenecen al ámbito de los negocios y las ingenierías. Apenas quinientos metros separan ambas instituciones en una pequeña ciudad que, hasta la crisis, albergaba siete campus.

La red mantiene a la población en contacto con el mundo y, a pesar de su aparente aislamiento, la isla atrae interesantes actividades culturales: "Tiene una energía muy extraña y pasan cosas alucinantes. Borges tenía una relación muy especial con Islandia y aquí he podido conocer a María Kodama. También Elena Anaya y Gael García Bernal han venido a participar en una obra de teatro. Mis padres no tienen internet en Santiago y cuando estoy en su casa me siento más aislada que aquí".

Investigadora

Las nuevas tecnologías centran la tesis doctoral en la que trabaja actualmente y un proyecto de investigación en la universidad privada sobre el uso de Facebook en las aulas. "Tienes todos los medios a tu disposición y además no hay burocracia. En poco tiempo te conceden las ayudas. Su espíritu emprendedor es increíble", celebra.

Otra de las ventajas de trabajar en Islandia es la conciliación que ofrece a las mujeres, quizá por ser un país "con un gran matriarcado", algo que Pilar relaciona con la existencia de una primera ministra. "Los hombres llevaron el país a esta situación y ahora han llegado las mujeres para arreglarlo", dice.

Echa en falta pasear por la calle, pues la vida se vuelca en los hogares, aunque ya se ha acostumbrado a socializar en las termas al aire libre que hay en cada barrio. Por ahora, sus planes son quedarse en Islandia: "Queremos que Lucca crezca tranquilo y rodeado de naturaleza. Después quizá sigamos volando o regresemos a casa".