Sufren igual que el resto pero saben reponerse mejor ante las adversidades. Hay quienes tras la muerte de un familiar, un atentado o una catástrofe natural no logran levantar cabeza mientras que otras personas hacen un análisis crítico de la situación y buscan algo positivo por lo que seguir adelante. La clave está en la resiliencia, el término con el que los psiquiatras definen "la capacidad que tiene un individuo para adaptarse a las situaciones adversas".

No todo el mundo tiene el mismo grado de resiliencia y, pese a que no existen estudios científicos, los médicos aseguran que la población gallega tiene una gran capacidad para enfrentarse a situaciones de conflicto. "No hay datos fiables pero es probable que los gallegos tengan un alto nivel de resiliencia por cómo soportaron algunas circunstancias que les tocó vivir como el tener que emigrar", sostiene Juan Carlos Díaz del Valle, miembro del Servicio de Psiquiatría del Hospital de A Coruña.

Esta capacidad ni se hereda ni se aprende aunque la clave para desarrollarla está en la educación que reciben los niños durante sus primeros años de vida. "Es un rasgo de personalidad –no tiene nada que ver con la genética– que se configura durante la primera infancia. Quienes se criaron en un ambiente con cariño, donde se fomenta la autovaloración, la autoestima y se potencian los aspectos positivos suelen presentar un mayor grado de resiliencia", resalta Del Valle, quien añade: "Es el caso de Galicia, donde pese a la pobreza o la emigración siempre se mantuvo un ambiente familiar para criar a los niños".

La familia

La familia es importante pero no lo único para aprender a adaptarse al medio: el contar con un apoyo social fuera del entorno familiar también ayuda a superar las adversidades. Unos y otros deben enseñar al niño a tener confianza en sí mismo, a enfrentarse de forma constructiva a los problemas y sacar siempre el lado bueno de las situaciones de estrés, viéndolas como una oportunidad para demostrar que es capaz de dar respuesta a las circunstancias adversas.

Quienes parecen tener una varita mágica para superar todos los problemas guardan ciertos rasgos en común. El principal es llevar el optimismo como particular bandera e intentar olvidar siempre lo negativo. "Las personas con una alta resiliencia tienen una menor capacidad para memorizar cosas desagradables. A la hora de recordar algo priorizan siempre lo bueno", señala Del Valle. "Además buscan lo positivo de la vida para salir adelante. Si fallece su pareja, por ejemplo, se apoyarán en sus hijos para continuar mientras que otras personas sólo verían lo negativo", añade.

La resiliencia no es algo que pueda medirse en cifras pero los psiquiatras utilizan su mayor o menor presencia para mejorar las eficacia de las terapias en sus pacientes. "Quienes tienen una menor capacidad para superar una situación de estrés o traumática suelen tener más problemas. Ocurre lo mismo que en la medicina física cuando alguien tiene las defensas bajas, es más difícil solucionar el problema", sostiene este psiquiatra. Por ello, los expertos orientan sus terapias en función de la personalidad de cada individuo.

Una orientación que sólo es válida para las psicoterapias ya que a la hora de necesitar un fármaco, todos los pacientes se miden por igual. "Si una persona sufre una patología o un trastorno mental, los medicamentos son necesarios y en su uso no va a influir que tenga menos o más resiliencia", señala Díaz del Valle, quien alerta de que lo que ocurre en la sociedad actual es que "tienden a medicalizarse todo". "Hay situaciones anímicas que son propias de las cosas que pasan cada día, no son una enfermedad", sostiene.

Infancia

Los expertos aseguran que la capacidad de salir airoso de una situación traumática o sobrevivir sin problemas psicológicos pese a vivir en un ambiente hostil no entiende de sexos ni de nivel económico. Lo único que influye es el carácter y lo vivido durante la infancia.