"El genocidio camboyano es, sin duda, el resultado de un cúmulo de factores, pero recae en la Guerra Fría la responsabilidad de la tragedia". Esta fue la hipótesis central de la conferencia de Félix Lasheras, ex corresponsal en China y en la sede de la ONU en Nueva York, y que vivió durante tres años en Phnom Penh. Para Lasheras, conocido por el pseudónimo de Mark Aguirre, aunque el genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos, que acabó con dos millones de camboyanos entre 1975 y 1979, no puede explicarse solamente por la tensión entre los bloques, "sin la Guerra Fría no hubiera habido genocidio camboyano".

Lasheras fue presentado por la periodista de Faro Sandra Penelas, quien recordó que las atrocidades cometidas en este país del sudeste asiático sólo pueden compararse, por su magnitud, con el genocidio nazi y con las purgas de los gulags estalinistas. Quien fuera corresponsal del diario "El Mundo" en China destacó que entre 1970 y 1979 un tercio de la población camboyana murió víctima de la guerra, de bombardeos, ejecuciones, trabajos forzados, hambre y enfermedades curables.

El autor de "Camboya, el legado de los Jemeres Rojos" (editorial El Viejo Topo) habló tanto de los campos de la muerte de Pol Pot como de los campos de arroz sobre los que todavía flotan los fantasmas del genocidio. De hecho, a principios del próximo año se dictará sentencia contra Duk, un cuadro medio de los Jemeres Rojos que organizó y dirigió uno de los centros de detención más perversos del siglo XX: el S-21, conocido como Tuol Sleng por el barrio de Phnom Penh donde se situó, y hoy convertido en Museo del Genocidio. Por él pasaron unas 14.000 personas y sólo una decena sobrevivieron. "Mucha de la gente que entró ni sabía por qué estaba ahí", señaló Lasheras, que contó que los ejecutados, entre ellos niños y ancianos, eran golpeados con una barra de hierro y degollados.

Orgullo y soberanía

El periodista ahondó en la historia contemporánea de Camboya para buscar el porqué a tanta barbarie. Fue la apuesta por la soberanía y el "orgullo nacionalista" lo que explica que Camboya no se pusiera al lado de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Un orgullo que se entiende al ver la grandeza de Angkor Wat, el mayor complejo religioso jamás construido, y joya arqueológica de Camboya. "El país se vio arrastrado a la guerra de Vietnam –afirmó Lasheras–. El rey Sihanouk vio este conflicto como una guerra de liberación nacional. Se acercó a China y a los No Alineados frente a las presiones de Henry Kissinger, que le acusaba de dar santuario al Vietcong". En 1970 daba un golpe de Estado Lon Nol, un militar proestadounidense, que involucró a Camboya directamente en el conflicto vietnamita. Hasta entonces los americanos se habían limitado a bombardear la ruta Ho Chi Minh, que atravesaba Camboya, y a operaciones de baja intensidad, pero con el golpe la guerra se librará abiertamente dentro de Camboya.

Ya en 1975, y después de que Vietnam acordase separadamente con EE UU la paz en 1973, los Jemeres Rojos, como así llamaba el rey Sihanouk a los comunistas camboyanos, entraban en Phnom Penh. "Vietnam era un aliado de los comunistas rusos, quienes mantenían profundas divergencias con los comunistas chinos –recordó Félix Lasheras–, por lo que Mao ayudó a Pol Pot". El gran timonel chino tenía miedo de que los rusos acabaran cerrando el círculo geográfico en torno a China.

El conferenciante señaló que los B-52 norteamericanos arrojaron sobre Camboya más bombas que en todo Japón durante la Segunda Guerra Mundial, y que "los pueblos destrozados y sin instituciones se habían convertido en fábricas de guerrilleros".

Entre ellos se encontraba Pol Pot, perteneciente a la élite de Phnom Penh y becado en el glamuroso París de los 50. Félix Lasheras sostiene que Pol Pot y sus guerrillas fueron ayudados por Occidente contra la Unión Soviética, al igual que Bin Laden en el Afganistán ocupado. "No es casual que la paz volviese a Camboya cuando cayó el Muro de Berlín", argumentó.

"La historia está en vías de acabar bien"

Hizo hincapié Lasheras en que la historia de Camboya "tiene, al contrario de lo que suele ocurrir, un comienzo trágico y un final en vías de acabar bien". Se refería a las cámaras extraordinarias instituidas como un tribunal híbrido bajo responsabilidad conjunta de las Naciones Unidas y el gobierno de Camboya. Los cinco acusados son Duk, cuyo juicio está visto para sentencia con una petición de 40 años, y cuatro de los más notorios líderes de la Kampuchea democrática, incluido su jefe de Estado, Jieu Samphan. Pol Pot falleció en 1998, por lo que no podrá ser juzgado.

Lasheras lamentó que la jurisdicción excluyese los bombardeos de Estados Unidos sobre Camboya, que calificó de "ilegales", al no mediar una declaración de guerra entre los dos países. "Varios de los que movieron la máquina bélica siguen todavía vivos –subrayó–, entre ellos Henry Kissinger, el ex vicepresidente Dick Cheney y el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld".

En cualquier caso, afirmó que "es mejor un mal tribunal que ninguno", y aunque las víctimas se han quejado de que no han sido escuchadas lo suficiente por el tribunal, han estado representadas por sus propios abogados. El proceso está sometido a las leyes camboyanas, no hay pena de muerte y el tribunal está compuesto por tres jueces camboyanos y dos internacionales.

"El juicio está ayudando a Camboya a dejar atrás los horrores del pasado y está permitiendo oxigenar los traumas escondidos", apuntó Lasheras, quien recordó que los trastornos mentales son comunes entre los supervivientes del genocidio.

Hoy el 60 por ciento de los camboyanos nació después de 1980 e ignora lo ocurrido, pero, como advirtió Lasheras, el pasado sigue presente: "El actual primer ministro camboyano, Hun Sen, que controla la política camboyana los últimos 20 años, fue él mismo un Jemer Rojo".