Se llama Amir Reza Najjari García y en Japón, donde vive, a veces, le llaman Ami, un nombre femenino habitual, o Ami Chan, que a él le suena parecido a Amiño, como le decían sus abuelos en Vigo. Lo difícil es ponerle oficio: “Puedes poner profesor, traductor, relaciones públicas... Lo que mejor se me da es relacionarme con la gente”, resume.

En él conviven los dos polos de Japón, el de la cultura milenaria y el del fenómeno urbano en torno al manga. Amir Reza Najjari, nacido hace 27 años en Vigo, hijo de gallega y de iraní, enamorado del país del sol naciente desde la infancia —“es como me lo imaginaba”—, lleva casi tres viviendo en Tokio, a donde llegó siguiendo al maestro de aikido tradicional Hideo Hirosawa, que conoció en un viaje a Italia. Además, creó un portal sobre Japón y productos manga y artes marciales (www.export-manga.com), que no sólo es una tienda on line, sino un medio de difusión de la cultura nipona. “Es la forma que tengo de ganarme la vida”, admite un joven que en Japón ha hecho “de todo”. Lo último, concursar —y ganar— en uno de los programas más populares de la televisión cantando en japonés, español y gallego la canción de la serie de Mazinger Z y As bolas máxicas, de Dragon Ball.

-¿Cómo ha sido eso?

-Empezó por una broma, con alumnos de la clase de traducción, que son amigos míos. Fuimos a un karaoke, me grabaron la voz y la mandaron al concurso de canciones del programa dominical Karakuri Terebi, y una semana después me llamaron para ir a una audición con otras 40 personas, todas japonesas. Fui el último en cantar y parece que les gusté, quizá porque gesticulo más que ellos, y porque les hizo gracia que un extranjero cantase en japonés una canción suya de los años 70. Yo creí que era la primera audición, pero habían hecho otras antes, por lo cual calculo que pudimos ser 300 o 400 los concursantes. Me seleccionaron con otros veinte para una segunda audición y gané.

-¿En qué consiste el premio?

-No es económico. El día 29 se emitirá la final del concurso, incluido en una sección del programa, que tiene nueve millones de telespectadores. Saldré cantando y en una conversación con Mizuki Ichiro, el intérprete de la canción original de Mazinger Z, muy popular en Japón. Sigue aún de moda y me ofreció ir con él de intérprete si consigue una gira por España.

-¿Habla japonés?

-Claro. Lo hablo bastante bien y contesto al teléfono en el trabajo. Para eso vine, para aprender.

-¿Cómo va su portal digital?

-Muy bien. Vamos a dar nuevos contenidos. Ahora trabajo, además, en la editorial más importante de manga, HobbyJapan, que distribuye figuras y publica varias revistas, entre ellas una que es todo un icono para los amantes del manga. Fue una gran suerte haber entrado ahí, y gracias a mi maestro de aikido, Hideo Hirosawa.

-¿Y eso?

-A través de un amigo suyo, que tiene una clínica de acupuntura cerca de mi casa. Uno de mis jefes se trata en su clínica. Tengo muchos amigos de 70 años entre la gente de aikido. Me gusta la gente mayor, quizá porque me crié con mis abuelos, y la juventud en Japón está de capa caída. Aquí todo se mueve por círculos de confianza, y las empresas son muy familiares.

-¿Cómo lo contrataron?

-Me llamaron para un par de entrevistas, en un japonés muy rápido, y me eligieron. Acabo de empezar, y mi tarea será la página web para proyectar la empresa en el extranjero.

-¿Dónde vive?

-En Nakano, un barrio del centro de Tokio, cerca de la empresa, que está en Sinyuko, pero quiero mudarme de nuevo a Iwama, que es donde está el centro de aikido y vive el maestro, que es el último alumno del inventor del aikido. Ahora entreno una vez por semana y voy con él a seminarios. Poco a poco se fortalece el vínculo.

-¿Se queda en Japón?

-Sí, sí. Llevo dos años y ocho meses y no volví a España.

-¿Se relaciona con españoles?

-No, no veo a muchos. Yo suelo estar con japoneses. Tuve experiencias raras con extranjeros. Se sienten especiales por el hecho de estar aquí. Yo prefiero relacionarme con los japoneses; me aportan más.

-¿Sigue dando clases de español en el Instituto Cervantes?

-Lo dejé. Ahora doy clases particulares de inglés y en una empresa. Hice de todo. Hasta una anuncio de televisión para la firma de ropa femenina Wacoal que se vio durante tres meses en todas las cadenas, con la modelo Saya. Le enseñé a hacer las caídas de aikido y yo mismo participé en una caída con un salto por los aires.

-¿Cómo lo logró?

-Estaba en una agencia de modelos, porque necesito dinero, no por otra cosa. Desde que estoy en Japón hice de todo, repito: cuidé cabras, me ocupé de un jardín de bonsáis, trabajé en el restaurante de la embajada española haciendo paellas para las fiestas... Es que lo que lo que mejor se me da es relacionarme con la gente. Pero lo de las cabras es lo mejor. Cuando llegué sólo conocía a un chico japonés que era fanático del Celta —es socio de tribuna— y a un amigo de un amigo que vivía cerca de Iwama y tenía invernaderos de fresas y criaba cabras. Y le ayudé a cambio de vivienda.

-¿En qué situación legal está?

-Tengo un visado de trabajo. Trabajar en una empresa japonesa es la mayor garantía para Inmigración. Cuando entré en el Cervantes me dieron uno por tres años.

-¿De dónde le viene la fascinación por Japón?

-Tengo una conexión muy fuerte desde pequeño. Mi abuela me enseñó una vez en una enciclopedia la imagen de un Buda muy famoso aquí y me produjo una especie de nostalgia. Me dije que iría a Japón.

-¿Eso le llevó al aikido?

-Yo hacía exhibición de artes marciales en Vigo y ahí descubrí el aikido.

-¿Le interesa tanto la cultura tradicional como el manga?

-Me gusta Japón. Estoy enamorado, se lo digo a todo el mundo. El manga y todo eso, en el fondo, es un medio de vida. Y el aikido tradicional es toda una filosofía. Tiene un importante componente espiritual, significa armonizar con los demás, ayudar; no es luchar. No son sólo formas, como el aikido común.

-¿Sus padres viven en Teherán?

-Sí, tienen una academia de español. Fui a los 12 y a los 14 años y no me gustó mucho. No era nada simpático cambiar Vigo por Teherán.