Los productos gallegos vuelven a estar de moda después de varios años durante los que obtener el reconocimiento de Europa parecía casi una misión imposible. Y es que tras el auge que vivieron las denominaciones de origen en Galicia en la década de los 90, la UE se volvió más restrictiva y entrar a formar parte de su selecta lista de alimentos protegidos, mucho más lento y farragoso. Octubre, sin embargo, está siendo un mes de buenas noticias para los agricultores gallegos. Tras el reconocimiento comunitario a la calidad de la faba de Lourenzá, hace apenas dos semanas, los grelos se sumaron ayer a la lista de productos con denominación de origen e indicación geográfica amparados por la legislación comunitaria.

Ingrediente básico de dos de los platos más famosos de la cocina autóctona, el lacón con grelos y el caldo gallego, la gran aceptación de esta verdura ha traspasado las fronteras de Galicia hasta el punto de que ha dejado de ser un producto estacional –propio de invierno y primavera– a encontrarse prácticamente todo el año y en los formatos más variopintos, desde enlatado hasta congelado. Una popularidad en cierto modo peligrosa porque su cultivo se ha trasladado ya a ciertas zonas del Levante ante el estupor de los productores gallegos; de ahí la importancia de contar con un sello de calidad y protección fuerte.

Tras la decisión de la Comisión Europea, los grelos se unirán a un selecto grupo de alimentos en los que, además de la faba de Lourenzá, pronto podrían encontrarse otras especialidades gallegas. Y es que son varios los alimentos de la cocina autóctona que ya han entrado en la recta final para obtener el reconocimiento de las autoridades comunitarias. La tarta de Santiago y la castaña de Galicia son, según la Consellería de Medio Rural, los dos productos que más opciones tienen a corto plazo de entrar a formar parte del registro europeo de indicaciones geográficas protegs y denominaciones de origen. Una meta que en algunos casos cuesta décadas de trabajo y esfuerzo, como resaltó hace dos semanas el alcalde de Lourenzá tras conocer la decisión de la CE de acoger bajo su protección la variedad de judía que se produce en esta zona.

El reconocimiento de Europa a un alimento, con todo, va más allá de la etiqueta. En la práctica, supone una auténtica garantía de protección frente a potenciales agresiones desde el punto de vista comercial.

Los productores gallegos que todavía no han conseguido hacerse un hueco en la lista de alimentos protegidos por la UE, denuncian que a diario tienen que competir con otros productos de inferior calidad y que, en ocasiones, incluso intentan suplantarles. Así ocurre en el caso de la castaña de Galicia, un producto que no fue declarado Indicación Xeográfica Protexida hasta este mismo año y que tiene que competir en los mercados españoles y europeos con castaña turca y china que se vende como si fuese gallega.