Existe un triángulo mágico con vértices en A Peneda, O Viso y Cesantes. Al menos, lo ve así Marina Fernández. La artista ourensana afincada en Pontevedra ha encontrado ahí, en ese cuerpo geométrico de líneas invisibles a sus musas, las mujeres del lugar de Soutoxusto, en Redondela. A cambio de sus facciones y la imaginación que despiertan, Marina Fernández las ha "retratado" y las ha convertido en un ente de color que este fin de semana se puede ver en el Carrusel del Louvre, en París.

En ese espacio, se celebra el salón Art Shopping (cerca de 250 artistas y galeristas), la cita indispensable del arte accesible, entendido por tal aquel que no supera los 5.000 euros. Para esta quinta edición, Marina Fernández recibió "la invitación de la Asociación Galega de Arte e Cultura para acudir al Carrusel", explica.

Allí, muestra 17 óleos sobre lienzo, fruto de su viaje introspectivo en la vida de las mujeres de Soutoxusto. "Son muy fuertes. Yo las veo allí trabajando en el campo y las idealizo cuando las retrato", añade Fernández quien pinta a estas musas con colores irreales, adornos y parafernalia bajo el título de "Las mujeres tras el espejo", nombre de la colección presentada en el Carrusel.

Encontrarse allí, exponer allí junto a artistas de toda Europa supone para Marina Fernández (1945) "una ilusión. Es lo máximo. He ido a París, de visita como profesora o por libre pero ahora voy como artista. Es el premio más interesante de mi trabajo. No tengo más que ilusión", comentaba esta pedagoga y terapeuta días antes de aterrizar en la capital gala.

"He pintado desde siempre, prosigue; no pude vivir del arte pero sí para el arte", reflexiona mientras recuerda cómo empezó a conocer a estas mujeres cada vez que se dirigía a su estudio, cómo empezó a hablar con ellas y a establecer una relación que ya ha trascendido.

Tras su sueño cumplido en el Carrusel del Louvre, Marina Fernández regresará a Galicia para continuar meditando y preparando su próximo proyecto, un homenaje en Valga (Pontevedra) a Carolina Otero, la Belle Otero que volvió loco a medio París con su voz, sus bailes y su sensualidad, triunfando entre finales del siglo XIX y principios del XX en Les Folies Bergère.