"La ética es lo fundamental de la estética". Con esta frase resumió Valle Inclán su preocupación por la imagen personal (fue un recreador de su biografía, inventando lugares de nacimiento, episodios más o menos fantásticos de su vida y hasta utilizó varias firmas) pero especialmente la imagen de sus libros. "Es un escritor que cuidó de un modo excepcional la edición gráfica y en un momento de oro de esa edición, se preocupaba muchísimo por el aspecto puramente formal de la obra", indica Carlos Valle, director del Museo de Pontevedra.

Ésta acoge desde ayer y hasta el día 15 del próximo mes de noviembre la exposición "Valle-Inclán Debuxado. Obra ilustrada no Museo de Pontevedra", organizada en colaboración con la Cátedra Valle-Inclán de la Universidad de Santiago, el Ayuntamiento de Lugo y Caixanova. Se trata de una muestra organizada en dos secciones, una dedicada a retratos y caricaturas de Valle-Inclán y una segunda con un amplio conjunto bibliográfico de más de cien obras ilustradas por grandes artistas de la época.

Bagaría Castelao, Fresno o Salazar son algunos de los dibujantes que testimoniaron las transformaciones en el aspecto de Valle-Inclán. Se exhiben en total más de 200 retratos y caricaturas que van mostrando como a lo largo de los años el escritor modifica su imagen para reflejar su modo de entender el mundo.

Elvira Fidalgo, vicerrectora de Cultura de la Universidad de Santiago, incidió en la apertura de la exposición en que estos dibujos "permiten mostrar algo máis da poliédrica figura de Valle-Inclán".

La imagen más antigua del escritor, de la que sólo se conserva una foto, un óleo y dos caricaturas muestran al joven burgués decimonónico que fue Valle-Inclán, repeinado y de cuidado bigote.

Aparecerá después con melena, barba y gafas que va cambiando hasta las conocidas lentes de carey de sus retratos más populares.

En torno a 1910 los dibujantes pasan a retratarlo como un monje o como un hidalgo ya que el escritor se rapó en esas fechas la cabeza, un aspecto que volvería a cambiar, siendo ya anciano, al recuperar su antigua melena.

Todos los dibujos están fechados entre los últimos años del siglo XIX y 1936, es decir son coetáneos de Valle-Inclán, y se completan con dos aportaciones del Museo: un retrato al óleo del escritor fechado en 1914, firmado por Anselmo Nieto y que se exhibe por primera vez tras su restauración, y una fotografía inédita del padre del esperpento en la que aparece fumando.

Pero la exposición inaugurada ayer no sólo propone dibujos de Valle-Inclán sino también para Valle-Inclán. Y es que el escritor gallego constituye precisamente un ejemplo de la renovación del arte del libro en las primeras décadas del siglo pasado.

Así, en la muestra se incluyen ilustraciones realizadas para 153 ediciones de sus obras.

Los más destacados artistas de la época contribuyeron con sus trabajos (en este caso seleccionadas en su mayor parte de la propia bibilioteca del Museo y la Universitaria de Santiago) a que los libros de Valle-Inclán no sólo tuviesen un contenido artístico sino que fuesen en si mismos obras de arte.

La exposición ha supuesto años de trabajo para la recopilación de cientos de detalles que ilustraban las obras del autor. El vicepresidente provincial José Juan Durán invitó al público a sacar provecho de esta labor y comprobar que "todavía hai cousas por descubrir" de uno de los personajes más poliédricos de la literatura española.