Ángeles Caso está radiante. No tienen más que ver las fotos. El pasado jueves su novela “Contra el viento”, una sutil y valiente historia de inmigración y malos tratos ambientada en Cabo Verde, Portugal y España, se alzó con el premio Planeta, el galardón literario mejor dotado del mundo con sus 601.000 euros. La autora de “Elisabeth” y “Las olvidadas” ya había sido finalista del premio en los inicios de su carrera con “El peso de las sombras”.

-¿Por qué ha esperado quince años antes de volver a presentarse al Planeta?

-Hay diversas razones. En primer lugar, hasta ahora no me sentía ni psicológica ni literariamente preparada. Éste es, sin embargo, un buen momento porque creo que la novela responde a las expectativas que puede generar el Planeta y, además, me siento dispuesta a enfrentarme al intenso trabajo que exige la promoción. Por otra parte, hacía muchos años, desde 2000, que no publicaba una novela y volver con un premio tan importante me va a permitir llegar a mucho más público.

-El Planeta no suele tener buena acogida crítica. ¿Teme al lobo feroz?

-No especialmente, porque el lobo feroz ya ha intentado morderme. He tenido muy malas y muy buenas críticas, así que no me sorprenderán las malas. A todos nos molesta ver escritas determinadas cosas, pero en la crítica hay gente muy seria y muy rigurosa, y otros que no lo son. Además, todo el mundo puede tener un mal día. Incluso los críticos.

-¿Contra qué viento reman los personajes de su novela?

-Viven en dos mundos contrapuestos. Por un lado, el de una mujer occidental que no rema, sino que se deja llevar por las corrientes de miedo e inseguridad, de neurosis creciente que dominan a esta sociedad. Por otro, el de las mujeres africanas, las verdaderas protagonistas, que sí reman, que viven en unas condiciones durísimas, de miseria, de falta de perspectivas, de no poder estudiar por falta de dinero y que se ven obligadas a emigrar en busca de un horizonte mejor. Y cuando llegan aquí son tratadas de negras y extranjeras, y se las explota en trabajos de ínfima calidad.

-Hay una inversión de papeles: la supuesta débil ayuda a la supuesta fuerte.

-La occidental es una vieja sociedad demasiado mimada. Conste que me siento muy europea y muy consciente de las muchas cosas que le debo a este mundo: desde una libertad escasa en el planeta a la defensa, aunque a menudo sea sólo sobre el papel, de los derechos humanos, o una riquísima tradición cultural. Pero también nos hemos vuelto individuos poco resistentes al fracaso, a la frustración, a las carencias; mientras que las sociedades más jóvenes, ahora en los límites de la nuestra, vienen con una fuerza y una energía que nosotros tuvimos hace siglos y estamos perdiendo.

-¿Cómo surge “Contra el viento”?

-Desde hace años tengo estrecha relación con mujeres caboverdianas a las que debo mucho, porque, entre otras cosas, me han ayudado a criar a mi hija. Sin ellas, mi vida habría sido mucho más complicada. Mi relación personal con estas mujeres es muy buena porque, además, las admiro: son fuertes, animosas, alegres, resistentes. De ahí nace el conocimiento de unas historias duras, marcadas a menudo por relaciones de pareja muy violentas, que he vivido a su lado. Y también la idea de la novela: dar voz a unas mujeres invisibles, que nos ayudan sin que nos preocupemos por saber qué tienen detrás. Allí y aquí. Si las mujeres somos muchas veces invisibles, las inmigrantes lo son mucho más.

-¿Caben en España tantos inmigrantes?

-Es un asunto complejo sobre el que no quiero frivolizar, porque necesitaría más datos. A mí me gustaría que hubiese sitio para cualquiera en cualquier lugar, sin fronteras ni límites. En la situación actual, hay que tener mucho cuidado con las islas de marginalidad. No sé si lo que hay que controlar son las llegadas o el modo en el que los inmigrantes viven aquí.