En la batalla contra el cáncer "se avanza sin pausa" y las armas mejoran cada día. "Lo ideal sería que ni siquiera apareciese y hacia eso vamos", garantiza el investigador Adrián Mariño desde el acreditado Brigham & Women´s Hospital, afiliado a la Universidad de Harvard. Pero, por el momento, hallar fármacos que combatan y minen la alta resistencia de los tumores ya es un gran paso y "un sueño" para este joven santiagués que trabaja en el laboratorio de Jonathan Fletcher, un "pionero" en el estudio de sarcomas, entre ellos, los denominados GIST, que afectan al sistema gastrointestinal.

Mariño es el enlace entre el hospital y el Broad Institute, integrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y especializado en manejar datos de biología molecular a gran escala. "La investigación que se hace aquí es multidisciplinar. Todo es abierto y en los proyectos participan clínicos, bioestadísticos o biotecnólogos", destaca. Otra de las instituciones que forma parte de esta red es el Dana-Farber Cancer Institute, un centro de referencia mundial.

Los estudios están claramente enfocados a la obtención de fármacos. "Si no tienen explotación terapéutica posible el interés decae mucho. Nos centramos en entender los mecanismos de la enfermedad, en diagnosticarla y en su tratamiento", comenta.

El laboratorio de Fletcher forma parte del "inmenso" departamento de Anatomía Patológica, una disciplina a la que "le cuesta mantener su importancia en Europa". Parte de su plantilla internacional de investigadores está centrada en el estudio de las resistencias a fármacos: "Es alucinante cómo los tumores reinciden al cabo del tiempo. Nosotros vamos a por ellos desde todos los frentes, pero es muy complejo. Como ejemplo, existen casi doscientos tipos de sarcomas y son muy diferentes entre ellos", apunta.

A pesar de su currículo familiar –su padre es cardiólogo y dirigió varios hospitales gallegos, su madre ocupa la jefatura del servicio de Hematología del Meixoeiro y una de sus hermanas mayores es médico de familia–, Mariño se debatió entre la Universidad y el Conservatorio. Y aunque ganó la ciencia, la música le sigue acompañando: "A veces voy a casa de un amigo, aquí en Boston, a tocar el piano. Y cuando estoy en Vigo me paso un día entero tocando".

Trabajó por primera vez en un laboratorio en la Agencia Internacional del Cáncer de la OMS, con la que contactó durante su estancia como "erasmus" en Lyon. A su vuelta, colaboró en el área de Microbiología de Santiago, donde se licenció en 2003, y después realizó su residencia en el servicio de Anatomía Patológica del Hospital Universitario La Paz, en Madrid. "Los patólogos siempre estamos en la sombra. Sobre todo, estudiamos biopsias y citologías, aunque lo más mediático son las autopsias", bromea.

Su primer viaje a EE UU tuvo como destino la Universidad de Yale, donde trabajó unos meses con el doctor Reyes Múgica, responsable del programa de patología pediátrica, y que aprovechó para conocer al grupo de Fletcher, con el que colabora desde hace más de un año y medio.

Mariño, recientemente becado por la Fundación Alfonso Martín Escudero, refiere la dificultad para encontrar ayudas en España: "El sistema de financiación es muy limitado y tampoco hay una carrera de investigación definida. Sin embargo, en EE UU hay una vía clara para progresar, basada principalmente en la meritocracia: tienes lo que tienes por tus logros".

Opina que la investigación es "muy secundaria" en los hospitales de nuestro país y que depende de la "voluntad y enorme dedicación" de algunos profesionales. Como contrapartida, el nivel asistencial es "buenísimo", aunque "a coste de que el personal esté muy quemado".

Mariño se confiesa sorprendido por la "beligerancia" con la que los estadounidenses se oponen a la universalización de la sanidad que propone Obama. "Le están dando una caña tremenda, pero hay que comprender que aquí son muy importantes los derechos individuales y entienden que perderían capacidad de elección. Para ellos es inconcebible que les asignen un médico por su lugar de residencia como en España".

Aunque nacido en Santiago en 1979, Mariño se crió en Vigo, donde permanece su "pandilla de toda la vida". A pesar de su "terrible" clima, se encuentra a gusto en Boston. "Tiene mucha actividad cultural y un ambiente de pueblo. Siendo vigués, tengo el coche incrustado en el genoma, pero aquí casi nadie lo usa y estoy encantado con mi bici, con la que voy a todas partes".