El escritor, con su propio nombre, sin concesiones e incluso con crudeza, se convierte en el protagonista de su nueva novela El otro mundo (Ediciones del Viento), que presentó ayer en Vigo. La historia se centra en la estancia del escritor en Nueva York, donde se instala durante un año con su mujer y su hijo de seis años para ver si es capaz de escribir su segunda novela.

-Su experiencia en Estados Unidos le lleva a denominarlo en la novela “otro mundo”, ¿tan distintos somos?

-Más bien nos transforman a nosotros en otras personas; allí hablas otro idioma, los olores y los espacios son diferentes ... descubres un nuevo mundo y a la vez te ayuda a conocerte a ti mismo. La vivencia me influyó mucho, nos cambió a todos, pero sigo sin saber quién soy.

-Exponerse al lector su historia, con su propio nombre y también el de su familia y amigos, ¿no resulta demasiado arriesgado?

-El que resulta peor parado del libro soy yo y me lo tenía muy merecido. Para algunos no es fácil verse reflejado en el libro porque no es una foto de boda en la que todos estamos guapos. Mi hermana cuando la leyó me llamó cariñosamente canalla. Mis personajes no son héroes, son humanos.

-La ficción y la realidad pueden confundirse. De hecho, adelantó un divorcio, el suyo, que aún no se había producido.

-Ya me advirtieron del peligro de la escritura. Lo planteo como un juego pero no quiero ofender a nadie. Pero es difícil. Pedí a mi ex mujer que me acompañase a la presentación del libro en Madrid pero no quiso porque asegura que no podría responder de sus emociones.

-No es un libro de viajes, pero sí anima a viajar a Nueva York.

-Me centro en los barrios, en los pisos pequeñitas, en la gente, pero creo que sí es una invitación para conquistar una gran ciudad, un mundo.

-Tan fiel a la realidad, choca su pasión por el cine, más ligado a la ficción y los sueños.

-Para nuestros padres, que tenían una vida anodina, el cine era un medio de evasión de la realidad excepcional y el que fomentaba su imaginación. Yo soy heredero de esas personas que buscaban refugio en las películas.

-Y actualmente, ¿encuentra refugio en el cine español?

-Nuestro cine está consiguiendo ser cine a secas. Películas como “Agora” y “Los condenados” son muy diferentes entre sí y van a un público amplio y a uno reducido respectivamente, pero ambas consiguen que el cine español rompa barreras y salga de sus fronteras.