"Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida". Esta cita, que se atribuye a Albert Einstein, podría parecer el argumento de una película de ciencia ficción, pero encierra mucha verdad. Su aspecto y sus dolorosas picaduras han creado alrededor de estos insectos toda una cultura del terror, pero la importancia de las abejas es crucial en la cadena alimentaria ya que se trata del agente polinizador más importante. De hecho, el 85 por ciento de las plantas europeas dependen de las abejas para reproducirse.

La cita de Einstein resulta en estos momentos especialmente aterradora, ya que en todo el mundo los apicultores denuncian desde hace varios años un alarmante despoblamiento de las colmenas. Galicia no se libra del problema. Los abejeros gallegos alertan de la desaparición de hasta el 85 por ciento de las colmenas, en las zonas más afectada y del descenso en un 50% de la producción de miel con respecto a la década de los noventa.

Como otros problemas medioambientales, los expertos indican que las causas pueden ser múltiples. Entre ellas se han barajado problemas nutricionales, sanitarios, como los nuevos parásitos, la sequía e,incluso, algunos culpan a las ondas de los teléfonos móviles. Pero sobre todo, los expertos relacionan la muerte de las abejas por la intoxicación por plaguicidas, del tipo de los que se han prohibido ya en Francia basadas en dos sustancias: el fipronil y el imidacloprid, unos neurotóxicos que provocan en estos insectos unos síntomas similares a los del Alzheimer humano.

La Unión Nacional de Apicultores Franceses (UNAF) fue una de las primeras organizaciones europeas que, hace ya una década, señaló como principal culpable de la desaparición de las abejas la utilización de insecticidas sistémicos neuronales, que usan como materia activa los citados compuestos químicos.

La mayoría de los apicultores galllegos apoya esta corriente, respaldada por numerosos estudios internacionales y por su propia experiencia.

Jesús Asorey, biólogo y secretario técnico de la Asociación Galega de Apicultura (AGA) y director de la Casa das Abellas en Abegondo, recuerda que el problema comenzó hace unos 12 años. "Empecé con 250 colmenas; la mortandad era al principio de un 5%, por lo que no era alarmante. Pero ha ido aumentando hasta llegar en algunas zonas hasta el 80%", afirma el apicultor que, en estos momentos posee un centenar. En estos momentos existen en Galicia unas 80.000 colmenas que trabajan cerca de 3.000 apicultores (la mayoría de ellos aficionados). Hace diez años, el número de colmenas era de 120.000 y la producción de miel es un tercio menor, según apunta Asorey.

Los territorios más afectados son aquellos donde se practica la horticultura y fruticultura más profesionalizada, ya que es donde se realizan más tratamientos técnicos. "El problema también apareció en zonas de monte donde se fumigaron eucaliptos y donde se sembraron cereales de paja, trigo, centeno. Hay que tener en cuenta que los contaminantes viajan por tierra, agua y aire", advierte.

El biólogo relata cómo muchos de los apicultores afectados por la despoblación observan que en colmenas a sólo 500 metros de la suya no sufren este problema. "Coincide que el apiario afectado está en un enclave con tratamientos de pesticidas y el que no presenta problemas está más alejado e incluso rodeado de montes. Además, muchos apicultores afectados compran sus abejas para reposición de bajas a otros apicultores con abejas sanas pero, un año después de la operación, vuelven a perder sus insectos, mientras que el apicultor que las ha vendido sigue sin tener el problema", describe.

El biólogo aconseja a los aficionados a asentar sus apiarios en "territorios donde abunde la flora silvestre: eucaliptos que no se traten con neurotóxicos, castaños y queirogas".

La comarca de Ferrol era una de las más importantes de Galicia en cuanto a apicultura y fue de las primeras afectadas por el masivo despoblamiento. La AGA contaba en esta comarca con algo más de 125 socios (en total la asociación reúne a un millar de apicultores) y actualmente quedan unos 40, de los que la mitad, aunque continúan, están sin abejas. En los últimos años se ha perdido el 85% de la cabaña, aunque muchos reponen y repueblan las colmenas con frecuencia.

Asorey trabaja con las abejas desde hace 30 años y en estos momentos posee dos apiarios. "Uno de ellos está en Betanzos y me desaparecen casi todas las abejas, mientras que el de Vilardecruces marcha perfectamente; mis técnicas son las mismas, las abejas también; está claro que el problema se encuentra en la ubicación de la colmena", indica. El biólogo no deja lugar a dudas: "Si no se actúa rápidamente, la catástrofe puede ser enorme". Sin embargo, reconoce las dificultades de su propuesta. "Tratar de prohibir estos pesticidas que pertenecen a las grandes multinacionales es muy complicado, pero la única solución para salvar a las abejas es caminar hacia una agricultura sostenible y más ecológica".

Rafael M. Díaz Nieto, presidente de la Cooperativa Apinor y responsable de la Delegación Ferrolterra de AGA, pelea por la misma causa. Hace años tenía siete colmeneros en la comarca de Ferrol; ahora sólo tres. Comenzó ha percibir el despoblamiento hace ocho años. "Ahora la situación es tan mala que no hemos podido mantener la cooperativa, a pesar de que éramos los primeros productores de miel ecológica de España", dice. "Al principio, la desaparición de las abejas era desconcertante, pero pronto nos dimos cuenta de que se trataba de un problema de localización: sólo afecta a las colmenas cercanas a lugares donde se usan determinados pesticidas que ya han sido prohibidos en Francia". Rafael lamenta que, "aunque está comprobado que estos productos son mortales para los polinizadores, en España aún hay un margen de 10 años para que se retiren del mercado". Además, destaca que no cuentan con el apoyo de los agricultores, "que ven muy útiles estos pesticidas ya que les ahorran mucho trabajo".

Los apicultores gallegos han puesto en marcha una serie de iniciativas para tratar de mejorar la situación. Por una parte, han unido sus fuerzas a las de todos los grupos ecologistas de Galicia y a parte de los sindicatos Agrarios y han editado conjuntamente un cuadernillo informativo sobre el tema.

También han presentado mociones en todos los Ayuntamientos para que editen un bando desaconsejando el uso de los pesticidas neurotóxicos: Confidor en huertas, maíz con Gaucho o Regent, Fumigación de eucaliptos con Confidor, desparasitantes para mascotas con estos productos. Tienen también en marcha un estudio toxicológico con el Departamento de Tecnología Química y Medioambiente del Departamento de Ingeniería Industrial II de la Universidad de A Coruña.

Manuel Casal es uno de los apicultores que por el momento han notado menos el despoblamiento. Aficionado desde hace veinte años, posee 45 colmenas en los alrededores de Santiago. Cada ocho días "como mínimo" acude a ver a sus abejas. "Mi abuelo fue el que me inculcó esta pasión; hace veinte años era mucho más fácil sacarlas adelante, pero ahora hay muchos más problemas", relata Casal que, a pesar de no ser de los más perjudicados "he pasado en unos meses a tener sólo 30 colmenas".

Este apicultor no está seguro de que "los pesticidas tengan la culpa de todo", pero espera que la Xunta "realice las investigaciones que nos prometió para resolver nuestra incertidumbre". De momento y a falta de respuestas ha decidido "mudar" a sus abejas a un lugar en medio del monte, un espacio libre de pesticidas en el que espera que la reina "no me falle".