“Mi objetivo es el de desplazarme a zonas sumidas en crisis humanas, guerras, destrucción para, desde mi humilde posición, denunciarlo”. Así explica en su página web el periodista vigués Moncho Satoló su trabajo en los países en conflicto. Un día decidió emplear su herramienta de trabajo, la palabra, para dar voz a quienes no la tienen y por ello lío el petate y abandonó la seguridad de un trabajo estable para ir allá donde su testimonio sirviese para visibilizar a los invisibles, a las víctimas del genocidio, a los desplazados por el sinsentido de la guerra.

En los últimos seis años, este reportero, que trabaja como freelance, ha recorrido más de veinte países -Argelia, Cuba, Palestina, Polonia, Kosovo, R.D. Congo, Irlanda del Norte, Argentina...-, donde ha presenciado, confiesa, historias que le han marcado para siempre. Satoló viaja por su cuenta y con lo mínimo, su portátil, un bloc y una cámara de fotos.

En marzo y junio de este año, el periodista vigués viajó a la provincia congoleña de Kivu Norte y a su capital, Goma, una zona marcada por una guerra encallada que no cesa de ganarse víctimas para conocer, de primera mano, los testimonios de los niños de la calle, los niños soldados y también de quienes trabajan por ofrecer un futuro a estos pequeños, como la misión de Don Bosco. Su próxima parada será Sierra Leona, hasta donde se desplazará para dar a conocer la realidad de los llamados “niños brujos”, niños acusados de brujería que son abandonados por sus familias y que en muchos casos terminan siendo reclutados como niños soldados.

“África vende poco”, sentencia el reportero en relación a la escasa difusión mediática que tienen las noticias que genera el continente negro. Sin embargo, esto no le desanima: “Donde puede haber una denuncia, allí voy”.

El pasado año, la psicóloga Rosa Rodríguez, renunció a sus vacaciones de verano para poder colaborar en diciembre en el programa de nutrición que Médicos del Mundo desarrolla en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, en pleno desierto argelino. “Colaboraba desde hacía años con esta ONG, aunque nunca de forma activa. El año pasado tuve la posibilidad de cambiar mis vacaciones y no lo dudé”, explica esta médica, que reconoce que volvería a hacerlo. Sin embargo, hacer coincidir las fechas de descanso con los programas no siempre es fácil. “Si te gusta el voluntariado, lo que te apetece es ir a trabajar allí, estar con la gente”, comenta.

La situación en que viven desde décadas los refugiados saharauis en Tinduf impresionó profundamente a esta médica, que asegura que no es lo mismo conocer de primera mano la realidad que rodea a determinados pueblos que vivirlo in situ. Sin embargo, no le costó adaptarse a las condiciones extremas de los campamentos argelinos, sin luz, sin agua corriente y mucho menos caliente. “Te tienes que duchar con agua fría, pero no te cuesta hacerte”, comenta.

Rodríguez confiesa que regresar deja siempre una sensación agridulce. “Piensas que regresas a la comodidad de tu casa, mientras ellos siguen ahí, en las mismas condiciones”, afirma.

Y si periodistas como Satoló luchan con la palabra para dar voz a quienes no la tienen y médicos como Rodríguez aportan sus conocimientos para mejorar la calidad de vida de los desplazados, Iván Pardo emplea la risa como terapia contra las miserias de la guerra.

En 2002, fundó Payasos en Rebeldía, un espacio de teatro vinculado al Festiclown que trabaja en el área de la colaboración. Con la caravana de esta organización estuvo el pasado mes de mayo en Palestina con el también payaso Isaac Rodríguez Miranda, la traductora Laila Tillawi Quintela y el cámara Eduardo Segurado. Ramalla, Nablus, la parte vieja de Jerusalén, Belén, Hebrón, Jenin y Qalqiliya fueron algunos de los lugares en los que recaló la caravana de payasos.

“Ayudar a quienes sufren es una obligación que tenemos todos. El miedo mata la capacidad creativa y la risa te la devuelve. Esto es lo que queremos hacer a través de las técnicas del clown y la risoterapia”, manifiesta Pardo.

Internet, un vehículo de denuncia

Internet se ha convertido en un poderoso vehículo para dar a conocer la realidad que viven muchos pueblos y que de otra manera quedaría postergada al olvido. Moncho Satoló cuelga en su web sus reportajes, al igual que Iván Pardo en la página de Payasos en Rebeldía. Son crónicas en primera persona, donde sus autores relatan sus experiencias.

Satoló lo hace desde el punto de vista del periodista, con los testimonios de los protagonistas, que dejan de ser una mera cifra para convertirse en personas con nombres y apellidos, testimonios desgarradores, como el del ex niño soldado del Congo Sadiki, de 16 años: “¿Si maté a alguien? Claro que maté a alguien. He perdido la cuenta de cuántos maté con mi fusil. Cuando lo hacía con el cuchillo, mis superiores me decían que debía saborear la sangre de la víctima para protegerme”, relata el menor

Por su parte, Iván Pardo cuenta en una de sus crónicas: “Case toda a xente coa que falamos pasou pola cadea, case toda, e senón ten o seu parente mais querido está alí metido, e ás veces as dúas cousas á vez. En cada casa hai relatos de humillación, impotencia e xenocidio”. Son dos miradas personales de una misma realidad.