Se le ha acusado de abusar de personas necesitadas para hacer arte. Recordemos su obra del año 2000 “Línea de 160 centímetros tatuada sobre cuatro personas” en la que remuneró a cuatro prostitutas heroinómanas para que se dejasen tatuar una línea en la espalda a cambio del dinero para unas dosis. Por esta y otras actuaciones, Santiago Sierra (Madrid, 1966) es abominado por algunos y estimado por otros. Su último templo expositivo, el MARCO de Vigo, donde ayer comenzó su nueva obra, “Instalación de 54 tetrápodos de cemento para dique e un epílogo sobre a sensibilidade policial e obreira”.

A las ocho de la mañana de ayer, se iniciaba la “Acción laboral” en la que cuatro trabajadores de una empresa especializada, contratada por el museo, comenzaban la instalación de las piezas en la parte inferior de la antigua cárcel de la calle Príncipe. Su labor prosiguió hasta las once de la noche relevados por otro turno de cuatro obreros.

Hoy y mañana, continuarán su trabajo a las órdenes de Santiago Sierra que se ha desplazado a Vigo para ultimar la instalación que se inaugurará el 1 de mayo, Día del Trabajo, en la que llenará toda la parte baja del MARCO con 54 tetrápodos de piedra (de los que se usan para los rellenos de escolleras). Con dos toneladas de peso cada uno, estos serán situados a distancias equidistantes con respecto a los ejes que parten del centro del museo.

Cualquiera que lo desee puede presenciar desde el primer piso del museo la confección de la obra; ver cómo los obreros mueven las piezas con ayuda de un polipasto (polea con ruedas y cadenas) y palés de madera; mientras el suelo vibra por el peso, y el ruido de las cadenas resuena entre las paredes vacías del edificio.

Se esperaba que la obra fuese, quizás, más provocadora, transgresora, que escandalizase como lo ha hecho con “Los penetrados” en la que mostraba a parejas blancas y negras en posición de coito como reflexión sobre la inmigración y los temores que despierta.

La crítica social sigue patente en la obra de Vigo y el propio artista ha provocado a los medios dejándolos plantados en la rueda de prensa excusando estar inmerso en su trabajo. Por otra parte, ¡qué mayor escándalo que personas sin nada que hacer miren cómo otros trabajan en un momento en el que la cifra de parados parece un caballo desbocado! Santiago Sierra sabe explotar mercantilmente su nombre y nos ofrece a nosotros, espectadores impúdicos, que admiremos la obra expositiva que se desarrolla a costa del sudor de los operarios, mientras vigilamos que los trabajadores sigan ahí, como hacían antaño en el edificio los vigilantes con los presos desde el panóptico.

Una vez esté finalizada la instalación, desde el 1 de mayo, desaparecerán los obreros para nosotros, solos, poder mezclarnos con los bloques de piedra, el suelo plastificado en blanco y los restos de la acción laboral. Como última fase de la instalación, y a modo de epílogo, hasta mayo de 2010, el salón de actos será cedido a la Policía Nacional para que muestre sus decomisos.