Todo el mundo necesita el sexo. No importa si uno no posee sensibilidad en la mitad de su cuerpo; si tiene la piel quemada, obesidad mórbida o la presencia de una copia extra del cromosoma 21. “El placer no entiende de minusvalías”. Eso lo sabe bien Montse Neira, una prostituta de origen gallego que, al ver que muchas compañeras tenían reparos en trabajar con personas discapacitadas, decidió especializarse en ellos, convirtiéndose en una de las escasísimas meretrices con este particular.

Montse, cuyo nombre “de guerra” es Marien, vive en Barcelona, donde ejerce de manera independiente, pero pasa cuatro meses al año en Galicia, donde tiene un apartamento cerca de Vigo donde espera mudarse tras la jubilación..

Trabaja como prostituta desde hace 20 años. Asegura que la estructura social en la que nació le conducía inexorablemente a la exclusión social. “No me inicié por vocación; estaba desesperada, en la calle, sin trabajo... Empecé en los sitios más cutres y peor pagados. Ya entonces, no tenía ningún reparo en estar con discapacitados físicos o intelectuales; de algo me valía también mi experiencia previa cuidando ancianos y enfermos”, relata.

En los clubes, indica, “algunas prostitutas no quieren atender a hombres en silla de ruedas. Otras sí lo hacen, pero no de la forma que ellos necesitan”. Cuando hace once años decidió independizarse profesionalmente se dio cuenta de que “no había anuncios que especificaran que trabajaban con este colectivo; así que decidí especializarme”. Su edad, que supera los 40, fue otra de las razones para tomar esta decisión: “Ya no puedo jugar igual con la juventud y la belleza, así que de esta manera amplío el campo”, advierte.

En España viven 3,8 millones de discapacitados, pero el tabú y la escasez de información hacen que mucha gente obvie que también tienen necesidades sexuales y opinen que, en su situación, el sexo no es una prioridad.

Montse, que ha realizado un curso sobre discapacidad y espera ampliar su formación en este aspecto, asegura que las relaciones sexuales con estas personas “no son distintas a las que consideramos normales; tienen las mismas necesidades, aunque sufran alguna limitación, y no son tan frágiles como creemos”. “Es una desgracia la idea que tenemos en esta sociedad de que sólo los genitales importan en una relación. Hay muchas más formas de hace sentir... Las caricias, los abrazos, descubrir otras zonas erógenas; el orgasmo no viene sólo por la erección... Hay que ser una mujer seductora, provocar y jugar con el morbo; no se puede actuar desde la lástima”, describe. “Les doy el mismo cariño que a cualquier otro hombre; ni más ni menos”, garantiza.

Uno de sus primeros encuentros con un señor hemipléjico fue el que, asegura, le “marcó” esta forma de concebir las relaciones. “Me dijo que no pedía un trato especial, sólo que se dejara a un lado la malentendida compasión y que le ayudase exclusivamente cuando lo pidiera. Y así lo hice desde entonces”.

Marien admite que tiene tarifas altas. “Se que muchos discapacitados no pueden pagar 200 euros a la hora, pero yo no soy una ONG y tengo que sacar adelante a mi familia. También cobran alto los fisioterapeutas o los masajistas”, argumenta. Y el sexo, en ocasiones, es también una terapia para sus clientes. “El sexo hace a estas personas más felices y les ayuda a estar mejor que muchas medicinas. En realidad, como a todo el mundo, ¿ o no se le nota a uno cuando ha echado un buen polvo?”, pregunta. Montse pone de ejemplo países como Suiza y Noruega, donde, asegura, existen subvenciones especializadas para este tipo de servicios.

Pero junto al pago, Marien suele recibir una palabra que valora especialmente: gracias.