Muy al contrario de la obviedad, "un relato puede tener mucho de trampantojo, que es una palabra muy fea para designar un concepto muy bonito: poner trampas a lo evidente", explicó el autor que, entre otros premios, ha cosechado el Nacional y de la Crítica.

"A veces, en un relato se está contando algo para contar algo distinto; hay historias subterráneas, digamos", y añadió: "en todo buen relato hay una historia previa que no se cuenta y una historia posterior que debe imaginar el lector y que acaba siendo tan importante como la historia evidente."

Por ese mismo motivo el autor lamentó que "la mayoría de los lectores no suele estar para tantas fiestas ni para tantas piruetas elípticas, de ahí que se prefiera mayoritariamente la lectura de novelas, sobre todo de ese tipo de novelas donde todo suele estar contado con pelos y señales."

Precisamente, a Benítez Reyes le parece fundamental que "un relato tenga capacidad de reverberación en la conciencia o en la imaginación de quien lo lee; es decir, que, una vez leído, el relato continúe."

"La verdad es que no dispongo de una teoría general del relato; tampoco creo que sea necesario tenerla", confesó Benítez Reyes, para añadir: "me temo que cada relato exige una teoría concreta a la hora de escribirlo; en esto de la literatura uno se mueve más por intuiciones que por patrones, casi todas las teorías son de quita y pon."

"Se supone que un autor aspira a que cada relato sea una pieza única y diferenciable, aunque luego salga todo por el estilo, precisamente por culpa del estilo", ironizó.

Benítez Reyes mostró su sorpresa ante el hecho de que "la diversidad de procedimientos es algo que suele estar mal visto" por algunos críticos, a los que denominó "reseñistas de novedades", quienes, en su opinión, "exigen que los libros de relatos tengan unidad".

"¿Unidad para qué? Lo que hay de fondo en ese reproche es tal vez la idea de que un libro de relatos debe parecerse lo más posible a una novela, y eso es tan sensato como exigirle a un diamante que tenga el tamaño de una ensaladera", sentenció.

Para el autor, "la escritura de relatos puede ser vocacional o circunstancial, o ambas cosas a la vez; hay novelistas que sólo escriben relatos por encargo; otros, aparte de los encargos que reciban, escriben relatos sencillamente porque creen en la eficacia del género."

Se trata de un género que "a fin de cuentas, nos ha deparado grandes obras, a pesar de la pequeñez de su molde; su baza es la intensidad, y en eso coincide con la poesía; un buen relato es un ejercicio de condensación."

Benítez Reyes señaló que todavía "hay quien piensa que el relato es una especie de novela truncada o embrionaria, o acaso un ejercicio preparatorio propio de aprendices para la futura escritura de una novela, y me temo que no es eso; es más, me temo que eso no pasa de ser un divertido disparate."

"El relato representa un género específico, con infinitas variantes, como en todo; tantas variantes como buenos autores de relatos existan; lo que sí es cierto es que la escritura de un relato puede implicar, según se mire, un cierto despilfarro, porque se supone que con la misma historia que se cuenta en tres folios se podría escribir una novela de trescientos".

"Pero ahí está la clave, el relato es una manera de contar", concluyó.