“Esto no lo recuerdan aquí ni los más viejos”. La parroquia de Mañufe, en el municipio pontevedrés de Gondomar, se muestra encantada y sorprendida a la vez por la llegada de nuevos vecinos. Se trata de al menos tres lampreas que llevan un par de días de desove en el cauce del río Miñor, un lugar que visitan por primera vez y donde nadie las esperaba.

Dos pequeñas cuencas excavadas por ellas mismas en la arena del lecho del río conforman sus nidos. Parece gustarles la arquitectura románica, puesto que los han colocado a pocos metros del puente de Mañufe, que cuenta mil años de historia. A su sombra juguetean, nadan y disfrutan de la tranquilidad del lugar, pese a que son muchos los que se paran cada día allí para contemplarlas un rato. “No se asustan de nada. Están a lo suyo”, comenta un vecino que observa el espectáculo de los ciclóstomos.

Pese a la ilusión de sus convecinos, las lampreas no han llegado por casualidad. Al menos eso creen los expertos. El biólogo Fernando Lahuerta, miembro del Instituto de Estudos Miñoranos, atribuye su llegada a la “excepcional temporada de lamprea” de este año. Los pescadores han constatado su masiva presencia en el río Miño y por ello, Lahuerta cree que algunas han podido buscar otros lugares para desovar.

Alfredo López, biólogo de la Coordenadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (CEMMA) aporta dos posibilidades. “O han venido buscando más espacio debido a la gran densidad que existe este año en el Miño, o ya estaban en temporadas anteriores y no habían sido vistas”, afirma. Esta última opción adquiere importancia cuando el gobierno municipal indica que ha retirado recientemente la maleza y los obstáculos del río Miñor. El alcalde de Gondomar, Antonio Araúxo, manifestó su satisfacción por la recepción de estos nuevos habitantes del río porque “eso prueba los beneficios de limpiar los ríos y de cuidarlos”. Por eso insta a todos los vecinos a mantenerlos en condiciones óptimas para favorecer la biodiversidad en la zona.