Corín Tellado tuvo ayer su relato de amor personal. El más justo premio que podía tener una asturiana que dedicó más de seis décadas y hasta su último esfuerzo a escribir novelas de amores y sentimientos, historias populares con las que se ganó el corazón de millones de lectores en todo el mundo.

Ese relato de amor para Corín lo escribió otra Corín, su nieta adolescente, y lo compartió, generosa, con todos los amigos, familiares, convecinos y respetuosos seguidores de la escritora que ayer llenaron la iglesia parroquial de la Inmaculada de Gijón, en un último homenaje póstumo a quien era “Hija adoptiva” de Gijón, “Hija predilecta” de El Franco, medalla de plata de Asturias y medalla de oro al Mérito en el Trabajo, Corín Tellado, fallecida el sábado en su domicilio gijonés a los 81 años.

“Querida Tatín... Las novelas eran tu vida, eso está claro. Pero tu principal objetivo, sin duda alguna, fuimos nosotros, tu familia. Siempre luchaste porque fuéramos una familia unida y desde aquí, Tatín, te doy mi enhorabuena porque lo has conseguido. Te volcaste en nosotros, nos recordabas lo mucho que nos querías, siempre estuvimos nosotros y después tú. Fuiste la mejor abuela y madre que uno puede tener (...) No podíamos soportar que llegara tu despedida y ahora que ha llegado sólo te pido una cosa: descansa, Tatín, descansa como mereces después de tu largo paso por esta vida”, escribió una nieta a la que Corín Tellado, amante de su profesión, siempre animó a seguir sus pasos.

El texto de Corín Castro, leído con tensa emoción por una prima-hermana de la escritora, sirvió para componer el último perfil, el más familiar, de una asturiana “libre, fuerte, entregada, valiente y trabajadora”, en palabras del jesuita Antonio Allende, quien se encargó de oficiar un funeral marcado por los recuerdos y el valor de estar despidiendo a una asturiana universal. “Nunca pensé que iba a ser para tanto; parece que los demás sabían incluso más que nosotros de lo que teníamos en casa”, decía antes de iniciarse el funeral el hijo de la fallecida, Chomin Tellado, dando forma a la gratitud de la familia por las muestras de cariño y homenaje que su madre cosechó estos días.

Unas muestras que llegaban especialmente a los hijos de Corín, Chomín y Begoña Tellado Egusquizaga; a su yerno, Julio Castro y a su nuera -y amanuense de la escritora-, Caco Moreno; y a sus seis nietos, su gran tesoro: Julio, Cristina, Corín, Santiago, Nacho y la pequeña Ale.

Tan reconfortante para la familia como las muestras de cariño fue la homilía del jesuita Toño Allende, amigo personal de los hijos de Corín. Allende, director de la editorial Sal Terrae y profesor de Literatura, llevó a la homilía su homenaje a Corín Tellado con algunos de sus recuerdos personales. Pinceladas de “una mujer fuerte, independiente, orgullosísima de sus hijos y que a nosotros, con 15 y 16 años, nos impresionó. Porque era diferente a las mujeres que veíamos. Recuerdo nuestras conversaciones con ella, la escritora de éxito, y nos tomaba en serio, nos escuchaba, no nos sermoneaba. Tal vez fue la primera adulta que nos mostró que la vida no tiene que transcurrir por los caminos establecidos”. Allende habló también de su faceta como “mujer que supo del dolor, pero no lo vivió haciéndolo el centro de su vida, sino que aprendió de él y lo convirtió en una gramática del amor que ayudó a muchas personas a alfabetizarse en los sentimientos”.

El jesuita hizo ejemplo de la vida de Corín al señalar que “junto a tí nos confiamos en la certeza de que el amor es más fuerte que la muerte”. Y, recordando “que vivió la vida, trabajó con pasión, amó a su familia y cultivó la creatividad” dio por seguro que “tus dones, Corín, han dado fruto”.