Malena Alterio y Fernando Tejero protagonizan “Al final del Camino”, una comedia del director Roberto Santiago que llegó ayer a las pantallas españolas. Rodada en Galicia, narra las aventuras de dos periodistas que investigan a un gurú que practica terapia de pareja en el Camino de Santiago.

-Fernando Tejero y usted coinciden mucho. Él dice que es usted como una hermana, como un amor platónico.

-Es absolutamente recíproco. Fernando es como mi primo y es una gozada compartir rodaje, trabajo y vida. Es genial cuando se produce química y conexión con compañeros y con Fernando es así y no sé por qué ni cómo ni dónde viene, pero surge la química y está muy bien. Tiene un sentido del humor y una imaginación apabullante que me encanta y que me hace reír y no hay cosa que me guste más en la vida que que me hagan reír.

-Ha estado en un par de jurados, aunque al principio decía que no le gustaba juzgar el trabajo de otros. ¿Y el suyo?

-Soy autocrítica conmigo y con mi trabajo. Con respecto al trabajo de mis compañeros, no soy tan destructiva como conmigo misma. También es que sé lo que supone levantar una película. Sé que cuesta muchísimo y lo valoro sobre todas las cosas.

-¿Es capaz de ver sus propias películas? ¿Qué opina?

-Me horrorizo (risas). Pensé que con el tiempo me iba a acostumbrar...

-Pero al público le gusta...

-Eso es lo que me llama la atención y lo que me anima a continuar.

-Le resultará más fácil el teatro. No hay que verse después...

-Cada medio tiene su cosa. En el teatro te mides a cada instante: a cada minuto estás ahí recibiendo la vibración del público en directo. En el cine una vez que dicen “buena, vale” ya no tienes más que hacer.

-Sobre los ritmos, dice que la televisión es más rápida. ¿Es mejor para evitar los nervios?

-Sí, tienes menos tiempo para todo, hasta para ponerte nervioso. Es frenética y a veces genera impotencia no poder preparar con minuciosidad los trabajos. Pero también es una escuela importante. Yo no reniego en absoluto de la tele; sí se cogen vicios, pero también el que hace teatro coge otros.

-¿Cómo puede el cine español competir?

-Si lo supiera no estaría aquí. Creo que nos queremos poco. Argentina y Francia son culturas que se quieren, que quieren lo que hacen, que se protegen. Aquí tengo la sensación de que nos pisoteamos y de que no valoramos lo que tenemos. Como que hay que ir fuera y que alguien diga “esto es bueno” para que se tenga en cuenta. No sé cómo habría que hacer para tratar de convencer a la gente. Hay de todo igual que hay cine americano que es una castaña y tragamos igual.

-¿Qué le aporta su padre, Héctor Alterio?

-Mi padre es muy pudoroso en cuanto indicarnos la forma de hacer nuestro trabajo. Da su opinión cuando realmente se la pedimos. Lo que sí aprendo es viendo cómo funciona él, como se relaciona con su trabajo, con la profesión. De él aprendo a tratar de no creerme nada, que esto es totalmente efímero, que hoy estás aquí, pero mañana nadie se acuerda de ti y supongo que también he mamado su sentido del humor y el tratar de trabajar de la manera más sincera que se pueda.

-¿Cómo ha sido rodar en Galicia?

-Ha sido uno de los rodajes más divertidos que recuerdo, por no decir el que más. Se dio una comunión, la sensación de estar con un grupo de amigos con los que te vas de campamento. Se creó una química, el espíritu de vamos a sacar esto adelante y de rezar todas las noches para que no lloviera.