“Hay que combatir esa tendencia muy propia de los españoles, compartida incluso por el ala derecha e izquierda de nuestra historiografía, a valorar de forma negativa nuestra propia historia”. Eso resaltaba ayer en el Club FARO la académica de la Lengua y de la Historia y catedrática de Historia de las Ideas y el Pensamiento Político Carmen Iglesias, como eje nuclear de su charla-coloquio sobre “Verdades y mentiras de la historia de España”.

Presentada e interrogada por Rogelio Garrido, subdirector de FARO, Iglesias invocó una suerte de piedad o compasión en el análisis.de la historia que permita comprender las situaciones en que actuaban o tomaban decisiones personas de otras épocas. “ Ha faltado esa piedad en el análisis de la historia de España. Y una de las cosas que hay que combatir -afirmó- es todo esencialismo. A los hispanistas siempre les llama la atención esa tendencia que tenemos en España por la que, ante un obstáculo, se acude como explicación al carácter de los españoles. Yo estoy en contra de todo esencialismo sobre el ser de España. Tengo envidia de países como Francia o de la propia Italia, que no hacen de su pasado victimismo alguno”.

Carmen Iglesias, que acaba de publicar en Galaxia Gutenberg “No siempre lo peor es cierto”, cree que hay un complejo de inferioridad , una manía errónea por acercarse a la historia en términos de éxito o fracaso, renegando de la mayor parte de nuestro pasado y pidiendo perdón por las culpas de nuestros mayorescuando la realidad es mucho más compleja. “Dicho de otro modo -matiza-, no se puede ver el pasado en términos de blanco y negro, de buenos y malos; hay que romper ese maniqueísmo simplificador que acaba concluyendo que este país no tiene arreglo”.

Ni España e s diferente, ni tiene vigencia la dualidad de las dos Españas,ni el límite entre derechas e izquierdas es tan evidente, nila Historia está hecha por buenos y malos. Eso es parte del credo de esta historiadora que, respondiendo a una de las preguntas de Garrido, criticó también el “adanismo” del que con mucha frecuencia hacen uso los políticos, “esa creencia de que al fin la llegada al poder de un bando permitirá empezar desde cero una nueva era”, esos impulsos con los que de forma interesada se intenta a veces refundar este viejo país que es España, esa idea de que se puede empezar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente, como si la historia no se fuera sucediendo. “En el caso de España -afirmó-, su historia no se entiende sin la interrelación de muchos factores externos. La relación con otros países gravita siempre en nuestra historia”.

Dejó claro Iglesias que no podemos proyectar nuestros valores actuales sobre tiempos pasados en los que tenían otros y que toda historia es siempre dolorosa. “Maxz Weber hablaba -dijo- de la injusticia ética del mundo. Cuando buceamos en la historia de cualquier país hallamos que no siempre ha triunfado la justicia”. La académica alertó contra todo finalismo o determinismo que proyecte el conocimiento de lo que pasó sobre los sucesos que están pasando, refiriéndose a lo que llamó, parafraseando a Casesnoves, el “narcisismo de la diferencia”. Según afirma, creer que nuestras experiencias históricas son excepcionales y confundir la singularidad de cada momento histórico con una mitología de la excepcionalidad, que puede aplicarse a la historia general de España, suele conducir a un victimismo que gira una y otra vez sobre sí mismo.

Respondiendo a una pregunta dijo que el estado de las autonomías ha sido en conjunto muy beneficioso pero se han generado desleatades constitucionales por falta de una articulación mejor. “Hay un sentimiento de pertenencia al ámbito de nacimiento -comentó- pero no tiene porqué ser excluyente. Lo ideal es tener un equilibrio templado entre particularidad y universalidad”.

“No confundamos la historiografía con la literatura”

Se refirió a esa tendencia de los españoles a ver los principales hechos históricos como una continuada decadencia. “Desde la derecha y desde la izquierda -dijo- se aseguraba, aunque con distintas motivaciones, la condena tajante de la conquista de América en el siglo XVI, la imparable decadencia del siglo XVII, el nulo interés del siglo XVIII español, el desastre indiscutible del XIX y un siglo XX perdido en su primera parte en disputas partidistas y en su segunda por una inevitable guerra civil entre las dos Españas”.

Iglesias afirma que debe desmontarse esa visión negativa, motivada en parte porque parece que vende más y en parte por ignorancia. “No debe confundirse -afirmó- la historiografía con la literatura. La literatura es ficción que recrea un ambiente histórico a veces de modo más expresivo pero no se puede tomar al pie de la letra. Se ha tendido mucho a dar por literal obras de ficción, que además no transmiten las reales dificultades que tuvieron las personas de esa época. La historia como relato razonado no debe juzgar a nadie”.