“Los años 50 fueron oscuros, de una España dividida entre vencedores y vencidos, que se alimentaba mal, apartada del mundo, que subsistía gracias a la autarquía. Era el mundo del pecado mortal, los ejercicios espirituales y el rosario en familia”. Sugerentes las palabras con que ayer definía la España de esa década el periodista, guionista y escritor Juan Soto, en su charla sobre “Cuando España era diferente”.

Presentado y entrevistado ante el público por el periodista Perfecto Conde, fue desgranando memorias entrecortadas de aquella década que él estreno a sus 17. “Nosotros, de niños pero también después como jóvenes periodistas, hicimos de la calle nuestra Universidad de la vida”, decía ayer recordando al tiempo estampas de esa época como los serenos cargados con sus llaves, personajes típicos y entrañables de las noches de aquellos tiempos. “Otro personaje de la Barcelona de mi infancia son los afiladores -recordó- , que avisaban a las amas de casa de su llegada con aquellos silbatos”.

No podía ser eludido del diálogo el consultorio de Elena Francis, y no sólo por sus increíbles cotas de audiencia radiofónica: Juan Soto y no una mujer era quien contestaba a tanta mujer atribulada, como guionista del programa. ¿Existió Elena Francis? le preguntó Perfecto Conde. “Elena Francis era en realidad -respondió- el nombre del laboratorio de cosmética cuya propietaria ideó publicitariamente el consultorio. Yo fui quien estaba tras la voz femenina, escribiendo las respuestas durante 18 años en el tono conservador, católico y carca de la época. Unas 56.000 cartas escribí en todo ese tiempo. No se supo hasta después de desaparecido el programa”.

Los discursos de los mandatarios del universo, desde el Papa a los políticos, los redactan serviles amanuenses anónimos, comentó el escritor. “¿Sorprende, pues, que el discurso de una dama que durante mucho tiempo fue ejemplo de virtudes, espejo donde mirarse, paño de lágrimas, consuelo de desesperadas, se lo escribiera un hombre para ganarse unas pesetas que tanta falta le hacían y que nunca supusieron más, a pesar del éxito, que un complemento para ir viviendo?”.

Soto destacó que la mayor parte de las mujeres que escribían lo hacían por problemas con los hombres, y eso le daba a él una ventaja por el lógico conocimiento que tenía de su propio sexo. “La violencia de género -afirmó- existía y sobrada en aquel tiempo pero ni los medios hablaban de la misma ni existía conciencia siquiera de delito. ¿Cómo no iba a existir entre aquellas mujeres que vivían sometidas a la ley marital, en casa y a la pata quebrada? La mujer era entonces la gran víctima del matrimonio hasta la muerte”.

En los años 50 llegó el Seat 600, que Soto valora mucho. “Fue una importante conquista social -dijo- , la independencia del tren, el descubrimiento autónomo del paisaje, el medio de acceso directo a otras culturas. Yo fui, por ejemplo, uno de esos viajeros que iban a pecar a Perpignan porque allí se exhibía, por ejemplo, “El último tango en París”, prohibido en España”.

Nadie de esa década olvida el Congreso Internacional Eucarístico de Barcelona, y sobre eso le preguntó Conde. “Fue una manifestación católica sorprendente por su magnitud -dijo- que llenó Barcelona de una marabunta de sotanas y altos cargos eclesiales. Le supuso al régimen una propaganda enorme y Barcelona se volcó en el tsunami católico jamás contado”.

¿Y el gol de Larra en 1950 en el campeonato del mundo con Inglaterra? “Todavía se recuerda -comentó riendo- después de medio siglo el recuerdo de aquel gol narrado por Matías Prats, mientras animaba a atacar a “la pérfida Albión”, una expresión anglófoba utilizada para atacar al Reino Unido. España aún estaba en pleno aislamiento internacional”.

Marisol, Pablito Calvo, Joselito, Antonio Molina... “Eran personajes -comentó- que en la década de los 50 ayudaron mucho a la gente a olvidarse de las vicisitudes y del hambre o frío. LLenaban de trinos los patios de luces y los cines de barrio, al tiempo que Machín le ponía ritmo cantando “El manisero”.