Kristin Scott Thomas y Jessica Biel personifican ambos polos: la primera encarna a una estirada aristócrata inglesa, aunque sin un penique, que ve peligrar la supervivencia de su legado cuando su adorado hijo (Ben Barnes) llega a la mansión familiar con su deslumbrante esposa americana (Biel).

La pobre extranjera, que esconde un secreto -no podía ser de otra manera-, se encuentra también con las dos hijas histriónicas de la suegra, un servicio doméstico rebelde y un suegro atormentado que sobrevivió a la guerra, al que da vida Colin Firth.

"Una familia con clase" llega a los cines españoles el próximo 1 de enero con graciosas refriegas familiares, un final previsible, aunque "controvertido y cuestionable" a juicio de Firth, y mucha marcha.

El director australiano tuvo que actualizar y suavizar "Easy Virtue", la obra del dramaturgo Noel Coward versionada en 1928 por Alfred Hitchcock en una película muda, porque le parecía "horrible" que tratase a la nuera americana como "una bruja que no se compromete con nadie".

Así, Elliott le ha dado mayor dimensión y humanidad a Larita, el personaje de Biel, y ha creado un complejo universo que se desarrolla en una casona de campo durante la época de entreguerras.

Y no sólo se analizan las intrincadas relaciones familiares y de pareja, sino que se tratan temas como la eutanasia, la muerte del antiguo régimen dominado por la aristocracia, la libertad y la emancipación de la mujer.

Demasiada ambición para esta comedia, que al final resulta bastante típica, aunque con una fotografía, unos decorados y un vestuario fantásticos.

En la película, Biel entra como un ciclón de belleza y modernidad en una familia tradicional inglesa que trata de engancharse a un mundo que ya no existe y choca frontalmente con su suegra, interpretada con mucho estilo por Scott Thomas.

El director asegura que, en realidad, son dos personas muy similares, una el reflejo de lo que la otra pudo haber sido pero la guerra le impidió ser, que luchan por lo que creen suyo.

El papel de los maridos de ambas, aunque menos agresivo, es determinante para el desarrollo de la acción: Firth está alejado de la realidad y sumido en el drama de la Primera Guerra Mundial y Ben Barnes pertenece a la nueva generación que quiere vivir el momento.

Por eso, su personaje decidió casarse rápidamente con Larita, una piloto de coches de carreras, después de quedarse eclipsado por su frescura.

Pero todo se tuerce cuando llegan a la casa familiar, en la que este "cachorro sin crueldad", como Barnes define a su personaje, tendrá que decidir por cuál de los dos mundos quiere luchar.

Frente a él, Firth se ha abandonado a la tristeza y se ha convertido en "un intruso para su propia familia porque no tenía otra alternativa".

"Cada día de tu vida es un recuerdo de la tragedia, porque eres el único hombre vivo que ha regresado", explica Firth, quien cree "imposible" volver al cien por cien de un conflicto tan terrible como la Primera Guerra Mundial.

Pero Larita enseguida establece con él una relación de complicidad que termina por devolverle las ganas de vivir y las fuerzas para enfrentarse a sus fantasmas.

La mano de Elliott, director de "Las aventuras de Priscilla, reina del desierto", se reconoce en la mordacidad de los diálogos y las bromas irreverentes, y él mismo reconoce que desde el estudio tuvieron que frenar alguna de sus ocurrencias.

Además, el realizador australiano quiso darle revoluciones contemporáneas a la película a través de la banda sonora, compuesta por temas clásicos (como "Sex Bomb", "Car Wash" o "Mad about the boy") cantados por él mismo, Biel y Barnes.

Pese a la amargura, Firth indica que "Una familia con clase" es una película alegre con un final "interesante, pero un poco chungo, que puede escandalizar al público".

El actor británico considera que su personaje va manipulando a los espectadores durante toda la película para que al final éstos se sientan seducidos.