La vida de Guerrero, que pronto cumplirá 58 años, quedó sellada para siempre el 16 de junio de 1973, cuando toreando en la feria de la Fría, cerca de la frontera colombiana, cayó de cabeza y se fracturó tres vértebras cervicales tras la embestida de un toro.

"Soy el único torero que ha sobrevivido 35 años a un percance como este. Otros que lo sufrieron como Antonio Bienvenida, Luis Lucena y Julio Robles murieron antes, así que puedo pasar al libro de récords Guiness", dijo Guerreo a Efe, en tono irónico.

La gran esperanza de Guerrero, y la que según dice le mantiene con vida, es que en una próxima Feria de San Sebastián, que se celebra en la ciudad de San Cristóbal, donde se encuentra su destartalada vivienda, se organice un festival en su beneficio.

"El próximo año no será, porque hace unos días llegó un miembro de la Comisión Taurina Municipal y me dijo que la cosa está muy mala y no lo podrán hacer", contó el torero.

Guerrero reveló que "malvive" con la "paupérrima" pensión de una lotería de beneficencia pública y de una ayuda que no llega a 100 dólares mensuales, que le asignó la Asociación de Matadores de Toros y Novillos de Venezuela.

"Para más "inri" llevan dos años sin pasarla por unos problemas entre una directiva que entró y otra que salió", se lamentó desde el lecho en el que permanece postrado.

Guerrero es atendido por su madre, de 86 años y con muestras incipientes de demencia senil, que debe darle de comer y asearle porque, además de no poder mover ni un dedo, tampoco tiene control sobre sus esfínteres.

De hecho, confesó con cierto pudor, deben recurrir a métodos un tanto "primitivos" para enfrentar el problema como, por ejemplo, colocarle un preservativo en el pene para evitar que la orina se derrame por la cama.

"Ya no sé a qué santo encomendarme, porque a lo largo de estos años he recurrido inútilmente a empresarios taurinos, políticos, ganaderos de reses bravas, alcaldes, comisiones taurinas, toreros y hasta a la Iglesia para que, por una vez en la vida, me organicen un festival", manifestó el enfermo.

Guerrero recordó que, como paliativo, sus amigos pasan un guante durante la feria de San Sebastián, "que es lo que hacían los toreros de la postguerra en España, cuando daban la vuelta al ruedo con un capote al que la gente lanzaba monedas".

Su colección de desengaños sumó uno más, hace cosa de un año, cuando un ente del gobierno socialista que ayuda a los pobres lo anotó en su lista de beneficiarios, y nunca más supo de él.