Reeditada por el Centro de Estudios Andaluces -Andalucía, y sobre todo Cádiz y Sevilla fue donde más se editaron por razones geográficas de invasión francesa-, la obra enumera alfabéticamente hasta 329 periódicos distintos, resume su contenido y dice los ejemplares que se conservan y dónde, por lo que tras un siglo de su publicación sigue siendo básica en el estudio de la época.

Hay cabeceras como "El patriota andaluz", que pese a su nombre se publicó en Valencia en 1811, u otro que se llamó "Tío Tremenda o los críticos del Malecón", en alusión a Cádiz, aunque se editaba en Sevilla, determinismos geográficos que serían impensables en la prensa de hoy.

La ironía no desaparecía de las páginas de estos periódicos ni cuando comunicaban su fin a sus lectores, como es el caso del gaditano "El Imparcial" (1812): "Con grave dolor de nuestra ánima nos vemos en la triste precisión de anunciar que 'El Imparcial' ha cesado. ¿Lo diremos? Sí, fuera vergüenza: nuestra muerte temprana es causada por el hambre".

El mismo periódico daba un consejo a sus colegas para no tener que cerrar: "Busque protectores, sea parcial", mientras que "La linterna Mágica" (Sevilla, 1809) advertía en su primera página un aviso que otros muchos imitaron: "Se publicará los martes, si lo permiten las circunstancias".

De "La Pajarera" (Madrid) dijo Mesonero Romanos en sus memorias que "sus risueñas y candorosas elucubraciones poéticas" eran "un tanto chabacanescas, pero no exentas de gracia y donosura" como, por ejemplo, sobre la moda de los aliados británicos, estos versos: "Acaba de llegar de la Bretaña / Madama Sabañón, modista extraña: / trae encajes de lujo y de bambolla, / y mantillas de tela de cebolla /..."

El "Redactor de Sevilla" (1812) bromea con la resistencia de esta ciudad contra Napoleón: "Ha llegado a noticia / de Malaparte / que ha perdido a Sevilla, / miren que lance. / Luego al momento / al demonio ha llamado / en su aposento /... "

El mismo periódico incluye unas coplillas en honor de la artillería aliada que comienzan: "Los ingleses en España, / junto con los portugueses, / tocan unos instrumentos / que hacen bailar a los franceses /" y prosiguen: "porque la pólvora y las balas / saben dirigir el baile; y como se mueven / con gran prontitud: / todos los franceses / van con Belcebú / Pum, Pum, Pum /".

A otros de estos periódicos, en su gran mayoría semanarios, les bastaba con la cabecera, como el que se llamaba: "El tirano de la Europa, Napoleón I", que se publicó en Sevilla en 1812, "Napoleaca" (Santiago, 1819)", "El Robespierre español" (Cádiz, 1811) o "El azote de los afrancesados y celoso de la libertad de la Patria" (Madrid, 1813).

Las sátiras no se ocupaban sólo de la política y de la invasión francesa, también de la ciencia americana, de modo que el barcelonés "El Velón" (1809) cuestionaba el invento del pararrayos: "No sabemos con qué fundamento corre hace algunos días la voz de que en América un tal señor Franklin ha inventado un aparato o máquina, por medio de la cual no habrá más rayos o centellas".

Y añade "El Velón" sobre el invento de Benjamín Franklin: "Sentiríamos que el vulgo, siempre dispuesto a darse a cosas extraordinarias, imposibles y absurdos, diera en creer aquella noticia contraria a todos los principios metafísicos y teológicos (...) la potencialidad del hombre no está destinada a engendrar cosas de tal importancia".