Benedicto XVI expresó ayer su preocupación por los inmigrantes, por las familias que tiene problemas para llegar a fin de mes y por los parados y pidió solidaridad "para colmar las cada vez mayores diferencias sociales" y construir una sociedad más justa y solidaria. El Papa, de 81 años, así lo manifestó ante el monumento a la Inmaculada Concepción que se alza en la plaza de España de Roma, al que acudió, siguiendo la tradición, un año más para rendir homenaje a la Virgen en la festividad del 8 de diciembre.

El Pontífice colocó un gran cesto de rosas blancas ante la estatua coronada por la imagen de la Virgen y afirmó que las rosas indican el amor y la devoción por la Madre y que al igual que a una madre se le regalan flores también se le confían las preocupaciones, "seguros de encontrar en ella el conforto para no abatirse y seguir adelante".

"No hay rosas sin espinas", afirmó el obispo de Roma, que precisó que las espinas son las dificultades, los sufrimientos, los males que han marcado o marcan a las personas o la comunidad.

"Virgen Inmaculada en este momento quisiera poner en tus manos a los más pequeños, los niños, y sobre todo a aquellos que están gravemente enfermos, a los muchachos con problemas y a los que sufren las consecuencias de situaciones familiares difíciles", manifestó.

El Pontífice expresó asimismo a María su preocupación por los ancianos que viven solos, los enfermos, por los "los inmigrantes a los que les cuesta adaptarse, por las familias que tienen problemas para cuadrar el balance y por las personas que no encuentran trabajo o han perdido un trabajo indispensable para salir adelante".

"Enséñanos, María, a ser solidarios con quienes tienen problemas, a colmar las cada vez mayores diferencias sociales, ayúdanos a cultivar el sentido del bien común, del respeto por lo que es público, empújanos a sentir la ciudad como patrimonio de todos y que cada uno pongamos nuestra parte para construir una sociedad más justa y solidaria", imploró a la Virgen.

El Papa Ratzinger se mostró convencido de es posible la victoria del amor, que la gracia es más fuerte que el pecado y que es posible la redención de cualquier esclavitud y pidió a la Virgen que de fuerza a los hombres para afrontar la realidad con sus problemas, "con coraje y responsabilidad".

Benedicto XVI imploró a María que interceda por los jóvenes, "para que tengan el coraje de ser centinelas del mañana", y por todos los cristianos "para que sean núcleo del mundo en esta difícil etapa de la historia".

Este año, la festividad de la Inmaculada coincidió con la clausura del Año Jubilar con motivo del 150 aniversario de las apariciones de la Virgen en Lourdes (Francia) a la niña Bernadette Sobirous, a la que dijo en el idioma local "Que soy era Inmaculada Councepciou" (soy la Inmaculada Concepción") Las apariciones se produjeron cuatro años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada por el beato papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854.

Benedicto XVI recordó esas palabras y su viaje en septiembre pasado al santuario de Lourdes para postrarse ante la Virgen y aseguró que "como un hijo mira a la madre y viéndola sonreír pierde el miedo y se le pasa el dolor, mirando a María se reconoce en Ella la sonrisa de Dios". En María, precisó, se ve la esperanza en medio de los problemas y los dramas del mundo.