"Hoy quizás haya más sociedades secretas que nunca pero, paradójicamente, no son secretas sino públicas porque están obligadas a registrarse por ley. Y de eso se puede deducir que no es la prohibición, a lo largo de la historia de estas sociedades, la razón de su existencia como tales ni la que les genera sus miembros". Esa fue una de las afirmaciones vertidas ayer por Daniel Tubau, guionista y director de programas y series de televisión, en su charla en el Club FARO sobre "La verdad oculta de las sociedades secretas".

Presentado por el periodista de FARO Antonio Pinacho, más que hacer consideraciones prefirió Tubau dar muy variadas pinceladas de todo un magma de sociedades secretas que habrán existido o no a lo largo de la historia pero se han nombrado. Y empezó por abordar la diversidad de perspectivas con que podemos valorarlas.

"Puede ser -dijo- una organización de cuya existencia no se supo, aunque sí mucho tiempo más tarde, como la de los cátaros, herejía medieval combatida más por el Rey de Francia que, como se afirma, por el Papa. Están, por otro lado, las sociedades secretas que pudieron haber o no existido, como la de los rosacruces; o aquellas de las que siempre se habló pero se ha demostrado como falsa su existencia, como la de los Sabios de Sión, el Priorato de Sión, el Círculo Interior de los Jesuitas... Y, en cuarto lugar, las que no cabe duda de que existieron como la de los masones en las que el secreto, está, si acaso, en saber lo que hacen".

Vergüenza

"Si levantaran sus cabezas miembros de algunas sociedades secretas en sus comienzos se avergonzarían de lo que han hecho con ellas o en qué han derivado. No se puede ocultar que muchas de las actuales tienen como primer objetivo obtener ingresos gracias a la incredulidad de sus adeptos. Y lo cierto es que consiguen grandes resultados a pesar de que estamos en una era científica. Pocas veces ha habido tanta credibilidad como la hay ahora, salvo en la época renacentista". He ahí otra de las ideas de Tubau vertidas en el libro que acaba de sacar en la editorial Alba, "La verdadera historia de las sociedades secretas". Y, desde luego, piensa él para no confundir más y parafraseando a A.E. Waite, "la historia del ocultismo no debe ser escrita por ocultistas".

Tubau habló, como en su libro, de la esencia de estas sociedades, las que presumen de poseer un conocimiento secreto, algo que podría destruir o salvar a la Humanidad, por ejemplo. "Yo no hablo -afirmó- ni he escrito sobre las criminales (Mafia, Yakuza...), sobre las revolucionarias o políticas (carbonarios, comuneros, iluminados de Baviera...), sobre las conspirativas o racistas (Club Bieldeberg, de la que mucho es inventado, Ku Klux Klan, Sociedad Thule...) o sobre las satánicas o sexuales".

Pero de las que sí habló aunque pasando rápido por ellas por lo muchas que son para el tiempo de que disponía fueron de otras como los citados rosacruces, los de la Escuela de la Noche, coetáneos de Shakespeare, las primitivas" mannerbunde" o sociedades de hombres, los sicarios, zelotas y esenios, la misma sociedad secreta cristiana de los primeros tiempos... "No todas las sociedades secretas persiguen los mismos objetivos -dijo- y hay diferentes motivaciones para entrar en ellas".

Leyó, por ejemplo, el juramento de los rosacruces: "Nunca adscribir la orden a ningún demonio o espíritu sino sólo a Dios; rechazar vicios tales como la pereza, la incontinencia y la suciedad; asistir con todo su saber a aquellos que necesiten ayuda; no usar ese conocimiento para obtener poderes o autoridad..."

Dice Tubau que, aunque parezca decepcionante, no existe ninguna conexión probada entre las sociedades secretas de la Antigüedad o la Edad Media y las modernas, con la excepción de los masones medievales y los modernos, aunque en aquel tiempo eran gentes relacionadas con el mundo de la construcción y que guardaban secretos relacionados con la misma. "Como dice Eco, cuando se buscan conexiones no se encuentran; pudiera haberlas pero no pueden ser documentadas".