Publicado en una hermosa edición ilustrada por Barataria, la obra lleva las palabras que sobre ella escribió el también genial gaditano Fernando Quiñones, quien recuerda la poética, filosófica y casi científica comparación que hizo "Pericón" del flamenco con la ópera: "No crea usté que hay tanta diferencia entre la ópera y el flamenco. Lo que pasa es que en la ópera to' va p'arriba, y en el flamenco, to' p'abajo".

"Pericón" (1901-1980) fue un maestro de la escuela clásica gaditana, participó en espectáculos teatrales como la versión de "Las calles de Cádiz" que llevó al teatro Concha Piquer y los últimos años de su vida profesional los pasó en el histórico cuadro grande del tablao madrileño Zambra, pero lo que le hizo único fue su talento natural para la narración oral.

"Se burló constantemente, durante toda su vida, de las penas y de las desgracias, fue un chaval de la calle que recogía plátanos podridos de los mercados y hacía con ellos una papilla que le sabía exquisita", dijo a Efe Ortiz Nuevo, quien aseguró que en la narración oral alcanzó "un grado de magisterio difícilmente inigualable".

"Narraba con una técnica asombrosa, con mucha precisión, a partir de un simple relato de miseria y dolor llegaba al surrealismo y al disparate", según Ortiz Nuevo, mientras que Quiñones dejó escrito sobre el personaje que en un hombre como él "imaginar no es nunca o casi nunca mentir".

Ortiz Nuevo, en el verano de 1973, con un magnetófono enorme, grabó de la boca de "Pericón" las mil historias que recoge este volumen, a la manera de clásicos que no utilizaron grabadora, como "Vida de Manolo" de Pla, "Vida de Samuel Johnson", de James Boswell, o las "Conversaciones con Goethe" de Eckermann.

Entre las más divertidas, Ortiz Nuevo recordó la que aludía a la que paseaba por Cádiz con trajes que no necesitaba invitando a todos los amigos: "Yo era el chulo del pulpo y nadie en Cádiz podía imaginar que era un pulpo el que me mantenía", explicaba "Pericón" en alusión a un cefalópodo que le sacaba del mar la alhajas que la gente perdía, y se las dejaba en un determinado lugar de la playa.

"Pericón" adobaba esta historia con detalles zoológicos sobre la naturaleza del pulpo, daba datos concretos de la tienda de empeños en la que vendía las alhajas y hasta de lo mal que se las pagaban, hasta hacer creíble una historia increíble, culminándola con la muerte del pulpo a manos de un mariscador que lo ensartó en plena bajamar para causarle la ruina a "Pericón" y al de la casa de empeños.

Otras historias remiten a la picaresca de corte clásico, como el maestro que castigaba a sus alumnos, entre los que se encontraba "Pericón", sin pegarles pero exigiéndoles que tirarán al pozo de la escuela el bocadillo que llevaban de merienda.

El maestro, particular seguidor de los métodos no violentos de Costa y Ferrer, tenía un gran canasto situado en el interior del pozo, con el que extraía los bocadillos de los alumnos castigados, de tal modo que sus hijos, decía "Pericón", lucían rollizos mientras que los estudiantes andaban pálidos y famélicos.

En el último medio siglo "el mundo del flamenco ha cambiado, como ha cambiado la vida; el flamenco ha perdido en intimidad y cercanía, pero ha ganado en universalidad y sigue vivo y pujante, que no es poco en el mundo de mediocridad musical en el que estamos", concluyó Ortiz Nuevo.