Las jornadas intensivas frente al ordenador, la comida rápida con los compañeros de trabajo y la llegada del fin de semana, el mejor y casi único momento para disfrutar de la familia, de los amigos, de una cena o de una excursión. La vida cotidiana del siglo XXI poco tiene que ver con la de los gallegos de hace un siglo. Sin embargo, es difícil conocer los detalles sobre la vida diaria de nuestros antepasados, esos hombres y mujeres que vivían en las aldeas y las ciudades gallegas de finales del siglo XIX y principios del XX, ya que los libros de historia obvian esa valiosa información.

El historiador vigués Xavier Castro, profesor en la Universidad de Santiago, ha estudiado durante veinte años esta historia que, sin los alardes de los grandes hechos históricos, rescata a esas personas, los verdaderos creadores de la sociedad actual. Mañana, Castro ofrece en la Casa das Palabras, Verbum, de Vigo un seminario en el que tratará todos los aspectos de la vida cotidiana de los gallegos de esa época.

Lo primero que hay que entender, según explica el catedrático, es que "la frontera entre el ocio y el trabajo estaba bastante difuminada" en la vida del labrador de finales del siglo XIX. El trabajo a la intemperie era arduo y lento y contaban con una tecnología muy rudimentaria. Aún así, Castro opina que "el hecho de trabajar era más grato y más variado que el actual; el labrador era más dueño de su tiempo y podía hacer pausas, liar tabaco, silbar o charlar con alguien".

Por su parte, las mujeres trabajaban más que los hombres, "como sucede ahora", apunta el historiador. En contra del mito que atribuye un carácter matriarcal a la familia tradicional gallega, Castro destaca cómo el ordenamiento jurídico discriminaba a las mujeres. Ellas necesitaban la autorización del padre o el marido para vender una finca o para poder viajar o emigrar. Poseían un menor nivel de instrucción pero, al mismo tiempo, eran indispensables: se ocupaban de la casa, la huerta, el ganado, los hijos, hacían labores de maestras y de enfermeras y, además, muchas trabajaban como operarias en las fábricas o criadas. "Ejercían una influencia social grande y a los hombres les gustaba escuchar sus opiniones", dice el autor.

También las niñas sufrían una sobrecarga de trabajo respecto a los niños. "Vicente Risco hablaba de las ´naiciñas´ que, desde los 6 o 7 años sustituían a las madres en muchas tareas del hogar y, por consiguiente, tenían menos tiempo que ellos para ir a la escuela".

Otro de los temas que se tratarán en el seminario es el referente al amor, el noviazgo y el cortejo. "Los jóvenes tenían poco tiempo para el cortejo y las relaciones sentimentales estaban muy marcadas por la endogamia. Se rechazaba de pleno a los novios que venían de fuera de la parroquia y, para remediarlo, el joven foráneo tenía que celebrar el ritual del ´pago del piso´, que consistía en invitar a los chicos de la parroquia a una copa de vino para resarcirles por la intrusión", adelanta el historiador.