Los hermanos Wachowski abrieron los ojos a millones de espectadores ante Matrix donde programas informáticos manipulaban las vidas humanas. La trilogía se sumó al tributo cinéfilo del siglo XX a la Inteligencia Artificial. Para la comunidad científica, sin embargo, estos filmes así como Inteligencia Artifical de Steven Spielberg han mostrado una visión distorsionada de la IA, por igualar la inteligencia de una máquina a la humana.

En la actualidad, la realidad dista millones de años luz de la ficción. Pero en un futuro... ¿ Habrá algún día máquinas cuya inteligencia iguale a la del ser humano? "Yo me daría por contento con que llegaran al nivel de estupidez natural. No querría que una máquina pensase como yo. A mis alumnos, les digo: ´Necesitamos máquinas que nos ayuden; lo mejor es no hacerlas a nuestra imagen y semejanza´", explica Richard Duro del grupo integrado de Ingeniería de la Universidad de A Coruña, que empezó a trabajar en IA en el año 1993.

Para este profesor, Inteligencia Artificial es "un nombre muy bonito de marketing. En realidad se trata de una caja de herramientas, de técnicas computacionales que no van dirigidas a que el ordenador piense como nosotros". Alberto Bugarín, vocal de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial (www.aepia.org) e investigador en este campo en la Universidad de Santiago de Compostela, añade que la etiqueta simplemente es "una metáfora".

En Galicia, las universidades de Vigo, A Coruña y Santiago disponen de departamentos o grupos de investigación dedicados a diversas ramas relacionadas con la IA, nombre que los científicos prefieren sustituir por redes neuronales artificiales o mecanismos cognitivos. Sus aplicaciones son múltiples predominando los procesos de ingeniería para el diseño de velas de barcos, control de submarinos o de plantas en una industria, domótica, monitorización de pacientes o trabajos de semántica o para la medicina.

Desde 30.000 euros

El precio en el mercado de una aplicación de IA puede variar entre los 30.000 euros y el millón. En ocasiones, las empresas gallegas abonan la cuantía total; en otros casos, echan mano de subvenciones autonómicas para alcanzar el montante global.

Los investigadores reconocen que "es complicado dar el último paso para convertir en comerciales estas herramientas. Lo principal es lograr buenos resultados en el proyecto investigador. Aunque cada vez, hay más apoyo de las empresas a la IA, no está clara la intención de contratar a personal para desarrollar la fase final de un proyecto; aunque cada vez hay más proyectos en combinación con firmas", señala Bugarín.

Compañías de fabricación de muebles, hospitales, empresas como Fenosa, la eólica Sotavento, Indra (servicios en el área tecnológica) o gimnasios (para el diseño de programas de ejercicio para conocer la salud del cliente y mejorar su rendimiento) son algunas de las firmas que trabajan con los científicos gallegos en este área.

"Sí hay -explica el investigador Alberto Bugarín- temas en los que hay trabajos muy punteros en la comunidad gallega como el de las webs semánticas, con grupos gallegos referentes en España y en el mundo. Sin embargo, aún no hemos llegado a la fase de que uno o varios gallegos" tengan, por sí solos, "relevancia internacional".