Carlos G. Reigosa se hizo ayer, por unanimidad, con el XX Premio de Narrativa Gonzalo Torrente Ballester que concede la Diputación de A Coruña por la obra "A vida doutro". En esta novela, el escritor y periodista lucense reflexiona sobre lo que ha supuesto la Transición desde la vivencia de un periodista que está escribiendo su biografía. "A vida doutro" compitió con 404 originales, 28 en gallego y los otros 376 en castellano.

-¿Cuál es el eje argumental de "A vida doutro"?

-Intento contar cómo influyó en nuestras vidas. Parto de la premisa de que cuando comienzan las conquistas sociales es porque había unos hombres enamorados de sí mismos que salían muy bien en la foto. Lo más hermoso de la Transición es que todos parecíamos indispensables. Todos, jóvenes y mayores, con estudios o sin ellos, estábamos convocados a algo.

-¿Y no era así?

-Esa fascinación a mucha gente le cambió la vida. Fue un momento también de relevo generacional. La gerontocracia del franquismo fue sustituida por gente muy joven con grandes responsabilidades. Y ahora, la sociedad sigue convencida de que hay que ser joven, algo que ha de corregirse. Pero, ¿qué hizo la transición con nosotros? Lo que cuento en la novela es la vida de una persona, un periodista, que reflexiona sobre su vida, sobre un periodo que ya ha contado, porque el periodista se pasa la vida contando la historia de otro y no se pregunta por la suya. Al protagonsita, Miguel Cano, le va bien, dirige un periódico en Madrid.... Sin embargo, con 56 años, se cuestiona el éxito y dice: "Pero no soy yo". Yo también he sido "otro". Como decía Hemingway, el periodismo es la mejor profesión del mundo a condición de que la dejes a tiempo.

-¿Usted ya ha hecho esa reflexión?

-Sí. Es algo inevitable. Uno toma conciencia de que la vida es limitada y te vas dando cuenta además de que ya no tienes prisa.

-¿Por qué un periodista como protagonista y no un político, que vivió la Transición desde dentro?

-Por dos razones. La primera, porque conozco el mundo del periodismo mejor que el político. Y la segunda, porque nadie tiene la percepción del otro como el periodista.

-¿Cómo ha compaginado la literatura con el periodismo?

-La verdad es que se llevan mal. Todos los que hemos vivido la experiencia decimos que es como una guerra civil interna. Yo me he sentido muy bien con las dos, pero a costa de trabajar el doble. Sentarse delante de un ordenador a escribir es tedioso, pero a las dos horas te diviertes. No hay escritor sin vocación.

-¿Ha pasado el tiempo suficiente como para hacer balance de la Transición?

-Yo creo que se puede escribir de lo que pasó ayer, siempre que se empleen personajes de ficción y se sea escrupuloso.

-¿Qué suponen los premios para el escritor?

-Los premios no tienen más que virtudes y que te lo dé una institución, que no tiene intereses editoriales, no tiene ningún inconveniente. Te sirve para decir: "No lo debo de estar haciendo mal". Pero tampoco hay que mitificarlos. Lo realmente importante es el lector. Yo siempre escribo pensando en él.

--¿Esto lo ha heredado del periodismo?

-Sí y de la tradición oral porque no dejo de ser un niño de Pastoriza a quien le contaron muchos cuentos.