Publicado por Electa y con prólogo de la filóloga y catedrática de Literatura Rosa Navarro Durán, el libro se divide en dos partes.

En la primera de ellas, Checa realiza un estudio sobre la vida, trayectoria y producción del artista: diferentes géneros de la pintura que trató, retratos de la familia real, obras mitológicas o sus viajes a Italia, entre otros temas.

La segunda parte es la que compone el catálogo formado por más de 180 imágenes a color, con una alta calidad, de las obras del artista sevillano. Cada una de las pinturas va acompañada de textos sobre su historia y catalogación.

Especial importancia da el autor al apartado dedicado a los "Escenarios de poder". En él recorre la historia de la creación del Salón de Reinos, descrito por Vicente Carducho como "aquel magnífico Salón para saraos o festines" y para el que Velázquez realizó algunas de sus pinturas capitales.

Entre las obras creadas para exaltar la figura del rey Felipe IV como vencedor militar, el maestro pintó "La rendición de Breda" (o "Las lanzas"), el principal tema histórico que llevó al lienzo a lo largo de su vida y en el que se escapó de las habituales fórmulas compositivas del género. "Velázquez no siguió en absoluto los tópicos de la imagen bélica", afirma Checa.

En otro de los apartados, el historiador analiza la "Belleza y fealdad" en la obra del artista. "El interés de Velázquez por el clasicismo tiene muy poco que ver con el postulado de la idealización de la realidad" y fue esta separación de uno de los dogmas de la estética neoclásica -tal y como se entendió en los siglos XVII y XIX- lo que dificultó la inicial comprensión del maestro y, a la vez, "lo recuperó para nuestro reconocimiento en la modernidad".

Checa destaca el "poco respeto con que el artista se aproximó al tema de la belleza idealizada, así como su atracción por el mundo de lo feo y lo grotesco, especialmente patente en sus retratos de bufones y enanos".

Comenta también el retrato del papa "Inocencio X", lienzo que causó conmoción en los círculos artísticos romanos "tanto por la libérrima utilización por parte de Velázquez de la técnica pictórica veneciana como por el profundo estudio del tema de la expresión de los 'afetti' y las pasiones internas del alma que demostró el pintor al caracterizar de tan terrible manera la expresión del papa".

La primera parte del libro finaliza con un relato sobre "la obsesión velazqueña por llegar a ser y, sobre todo, ser tenido por un pintor sabio" y el manejo de hilos que hizo para alcanzar "el ansiado título de nobleza y colocarse por encima de cualquier pintor o artífice de la corte".

Fue en este contexto en el que nacieron "varias obras que se encuentran entre las mejores de su producción y aun de la pintura del siglo XVII", entre ellas "Las hilanderas", "La Venus del espejo o "Las Meninas", obra cumbre de Velázquez realizada para defender la liberalidad de la pintura.

Sobre esta emblemática obra, según Checa, se contemplan dos líneas de interpretación. La primera ve en ella "un sutil mensaje de Velázquez a Felipe IV en torno al tema de la liberalidad del oficio de pintor, justo en el momento en el que el artista pleiteaba por conseguir el hábito de caballero de la Orden de Santiago".

Carecen de fundamento, en su opinión, los recientes intentos de otorgar al lienzo una significación política y dinástica en torno a los problemas de sucesión en el trono.

La segunda línea interpretativa se centra en el estudio de algunas de las paradojas de la obra "que Velázquez dejó intencionadamente irresueltas". Tras el análisis de esta "pintura de manchas" llevada "al paroxismo del prodigio ilusionista", y quizá "la mejor representación pictórica de la luz y el aire de toda la Edad Moderna" Fernando Checa finaliza afirmando que la obra es una "rara invención" sin antecedentes ni consecuentes en la historia de la pintura.