"La iluminamos debido al proyecto turístico para empezar a promocionarla de noche. Es uno de nuestros mejores atractivos, además de la Barranca de Urique", explicó a Efe el director municipal de Turismo, Jairo Rincón, que cifró la inversión en 25.000 dólares (unos 19.500 euros).

La Iglesia de San Francisco Javier, fundada en 1680, fue una de las primeras misiones de evangelización establecidas por los sacerdotes jesuitas españoles en la Sierra Tarahumara, una abrupta región situada al norte del entonces llamado virreinato de la Nueva España, (actualmente México).

Más de 300 años después, esta zona situada entre los estados de Chihuahua y Sinaloa no ha perdido su carácter inaccesible.

Sus 75.000 kilómetros cuadrados albergan cañones con un desnivel de hasta 1.800 metros y a 50.000 indígenas rarámuris o tarahumaras.

Apenas existe cobertura de telefonía móvil y el método de transporte más eficaz es el Chepe, el tren que enlaza la costa pacífica con la ciudad de Chihuahua mediante 656 kilómetros de vía, 37 puentes y 86 túneles.

La industria maderera y la minería constituyen la principal fuente de ingresos de los habitantes de esta región.

El municipio de Urique, de 28.000 habitantes, en el que se asienta Cerocahui, de unos 2.500, vive en un 90 por ciento de la explotación de madera y minería y en un 10 por ciento del turismo.

El término municipal de Urique, más extenso que la isla de Mallorca, es el lugar en el que se asienta el cañón más profundo de México, la Barranca de Urique, que constituye su mayor atractivo.

Otro de los motivos que llevan a los visitantes al lugar es su aislamiento y la posibilidad de contemplar a los indígenas de la etnia tarahumara.

Un ejemplo de lo retirado de su ubicación lo constituye el hecho de que el cine más cercano esté en la ciudad de Cuahutémoc, distante más de siete horas de Cerocahui a través de pistas de tierra y carreteras locales.

"Cerocahui es en sí un pueblo indígena, fundado por indígenas, con aproximadamente un 40% de Tarahumaras", explicó Rincón, quien precisó que en el municipio de Urique este porcentaje se eleva al 70%.

Uno de los sitios rarámuris más visitados del municipio es la Cueva de los Gentiles, en donde 53 pinturas rupestres en forma de cruz coronan las tumbas de un grupo de tarahumaras fallecido como consecuencia de la epidemia mundial de gripe acaecida en 1918.

Una versión más viva de la cultura tarahumara puede encontrarse en la misión San Francisco Javier, donde viven internas 73 niñas procedentes de poblados cercanos al cuidado de cuatro religiosas.

"A veces 24 horas tardan caminando a sus casas. El transporte es muy difícil, por eso sus familiares no vienen a visitarlas", relató la monja Yolanda Verónica Arreola, de 21 años.

Estas distancias, derivadas de la dispersión poblacional de los rarámuris, constituyen el motivo por el que las jóvenes, de entre 6 y 14 años, sólo puedan visitar a sus familias en periodo vacacional.

"De nuestros colegios han salido nutriólogas, licenciadas que con su esfuerzo quieren ayudar a su gente. También de aquí han salido religiosas que ahorita están en proceso de formación", comentó con orgullo la religiosa.

Además de ofrecer educación preescolar y primaria, las monjas se ocupan de mantener vivo el folclore en lengua tarahumara y hacen que las niñas realicen cantos y bailes tradicionales como actividad extraescolar.

A pesar de que estas piezas son música religiosa, sus nombres permiten adivinar sus orígenes precolombinos.

"Bailamos el baile de la calabaza, del borrego, del venado y del conejo, aquí y en nuestras comunidades", dijo Alina, de once años.