La voz y la guitarra de Juan Manuel Herrera Drake (Camagüey, Cuba, 1926) no volverán a sonar en las noches viguesas que tantas veces amenizó con sus danzones y boleros, entre otros sonidos cubanos. El músico cubano afincado en Vigo falleció en la madrugada del lunes al martes tras una larga enfermedad, que le mantuvo hospitalizado casi un año. Ayer, sus familiares, arropados por amigos y admiradores de su música, le dieron el último adiós en el cementerio de Pereiró, donde descansan sus restos mortales. En el recuerdo queda su interpretación de temas como "Hojas muertas", "Son de almendra", "Guantanamera" y "Hasta siempre comandante".

Herrera Drake llegó a Vigo en 1998 para reunirse con su esposa Sara López Casanova, descendiente de gallegos, que había llegado dos años antes. Atrás quedaba La Habana, ciudad donde desarrolló buena parte de su carrera artística. "Se integró enseguida en la ciudad, donde tenía grandes amigos", recuerda su nuera Virginia Ramírez.

Una de las principales aportaciones de Herrera Drake a la música cubana fue ser el primer instrumentista que llevó el danzón a la guitarra, lo que le valió ingresar en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en la década de los ochenta. Pero el músico cubano también popularizó la música ritual afrocubana interpretándola sobre el escenario. Así, su repertorio incluía tanto boleros, como danzones y estos temas espirituales.

Aprendió a tocar la guitarra con diez años, viendo y escuchando cómo lo hacían los hombres del campo cuando estaban descansando en los barracones, hasta que con quince años comenzó a recibir clases del maestro Vicente González "Guyún", uno de los guitarristas cubanos más reconocidos. Después cursaría Medicina y trabajaría como técnico de Rayos X, pero sin abandonar su guitarra. Ya cumplidos los cuarenta, abandonó totalmente su faceta médica para dedicarse por entero a su gran pasión: la música.

Con una visión muy deficiente debido al glaucoma que padecía, Herrera Drake actuaba siempre de memoria, sin partitura, ya fuesen temas de otros autores, adaptaciones o canciones propias.

Además de la variedad de estilos que interpretaba en sus conciertos, la improvisación también era otra de las señas del artista. No era extraño ver cómo cambiaba un acorde en medio de una actuación. Esto era una singularidad que enriquecía sus conciertos y que los hacía únicos.

"Quienes actuaban con él como acompañantes siempre se sorprendían y reconocen que era muy difícil tocar con él", recuerda su nuera.