El Auditorio acogió el ciclo "No(w) Future", un juego de palabras entre el lema de este año, el futuro es ahora, y el no hay futuro del punk, donde el oscense afincado en Barcelona Santiago Latorre mostró su concepto, cercano al jazz y la new age; y los zaragozanos Pársec, su afiliación a ritmos cercanos al drum'n'bass.

Pero el riesgo, la experimentación y lo que hace de Periferias un festival único llegó luego, con el noruego Ingar Zach, que conjugó electrónica arisca con imágenes de peces y percusiones improvisadas, una mezcla marcianísima.

En penumbra sobre el escenario, una pantalla proyectaba imágenes de peces de colores en un fondo marino, mientras Zach obtenía sonidos de un set de batería.

"Tío, entra un minuto y echa un vistazo. Tienes que verlo. Hay un pavo rayando un plato de la batería con una baqueta durante 35 minutos. Es rarísimo", le decía un guardia de seguridad a otros a la salida del Auditorio. Y no le faltaba razón.

Por su parte, la sala Polivalente derogó la prohibición de poder entrar con las bebidas y albergó a mucho más público que la noche anterior, con una nutrida presencia de la colonia gay y lesbiana por la presencia de The Slits, La Casa Azul y R.V.B. & Tecktonik Troupe de Danse Officiel Eklesiast.

En una ciudad capaz de tener un bar llamado Paraíso, con dueños chinos y clientela formada por magrebíes y negros africanos que cantan como locos los goles del Barça, no extrañó la presencia, por primera vez en España, de The Slits, grupo británico formado en 1976 como una banda de punk reconvertido luego en un combo de reggae-punk.

Con sólo dos componentes originales, entre ellas la vocalista Ari Up, este sexteto lésbico tiró de humor de brocha gorda para ofrecer una versión divertida del sonido que popularizó Nina Hagen en su segundo disco, "Unbehagen".

Bastas -Ari Up preguntó al público cómo se decía pubis en español mientras se tocaba la entrepierna-, alocadas, divertidas y a la vez desfasadas, demostraron veteranía, cansaron haciendo el indio, recuperaron piezas de su primer disco, "Cut", e hicieron bailar al público con temas como "Babylon", "Typical girls", "Frequence mutilation" o "Shop-lifting".

El triunfador de la velada fue Guille Milkyway y su 'grupo', La Casa Azul, que demostró ser una de las sensaciones musicales de la temporada por su tirón popular, pese a que sus canciones de pop pequen de poca variedad y parezcan clónicas.

Ya con la primera de ellas, su éxito "La revolución sexual", se puso al público en el bolsillo y se convirtió en el enganche con la parroquia local que todo festival, y más uno tan arriesgado como Periferias, necesita para poder seguir contando con la ayuda de instituciones y patrocinadores.

Flanqueado por cinco pantallas donde se proyectaban las siluetas de su banda virtual, o se podían leer lemas o trozos de canciones, Guille cantó, parece que tocó la guitarra y el piano eléctrico y fue la única presencia sobre el escenario mientras pregrabada sonaba casi una orquesta de acompañamiento.

"No +" o una versión del clásico de John Paul Young "Love is in the air" crearon un clima de casi fiesta mayor, mientras que el final entroncó con el lema del festival, el futuro. Sonaba "Sensaciones pop" y no había nadie sobre el escenario, pero las pantallas emitían imágenes y el público seguía bailando. Era el futuro, no hacía falta ni el artista presencialmente.

La noche acabó con Model 500 y su techno de Detroit oscuro, grueso y bailable, con Juan Atkins a las mezclas, y remató con R,V.B. y su tecktonik, la última sensación en Francia, con tres bailarines danzando con posturas y movimientos que dislocaban los brazos.