Aunque Agustín Fernández Paz (Vilalba, 1947) sostiene que los galardones, incluido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2008 que le concedió ayer el Ministerio de Cultura por la obra en gallego "O único que queda é o amor" (Xerais), tienen mucho que ver con el azar, no por ello la noticia le ha producido menos satisfacción. "Llevaba los últimos siete u ocho años quedando entre los finalistas, que esto es lo realmente difícil, porque ganarlo o no es ya más una cuestión de suerte. Este año he tenido la fortuna de que me lo den a mí y es maravilloso", comentaba ayer el escritor afincado en Vigo y profesor de Lengua y Literatura en el instituto Os Rosais.

La noticia se la comunicaba por teléfono el ministro de Cultura, César Antonio Molina, y le pillaba en pleno viaje. "Estaba conduciendo, de regreso a Vigo desde Vilalba, y sin batería en el móvil", comenta el escritor lucense.

El ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2008 se siente "afortunado" por todos y cada uno de los premios que ha obtenido a lo largo de su carrera -entre los que se encuentra el Lazarillo, el Edebé de Literatura Juvenil, el Merlín y el Premio de la Asociación de Escritores en Lengua Gallega_-, pero sobre todo por la acogida que el lector da siempre a sus libros. "No tengo más que palabras de agradecimiento hacia mis lectores. Los premios dan peso a una trayectoria, pero lo más importante para el escritor es siempre el reconocimiento del público", opina.

"O único que queda é o amor", libro de relatos traducido al castellano, catalán, euskera y portugués, toma el título de una frase extraída de uno de los libros del Premio Nobel de Literatura 2006, el turco Orhan Pamuk, y habla del amor, pero no sólo del físico, sino también del que despierta la literatura. "Elegí esta frase cuando ya estaba terminado el libro y tenía otro título porque entiendo que refleja la importancia de enamorarse, aunque luego llegue el desamor, pero también de ese amor por los libros que son capaces de cambiarte vida, de transformarte por dentro", manifiesta.

Y es que, antes que escritor, el autor de "O único que queda é o amor" se considera lector. "Lo de escribir es circunstancial. Si tuviese que definirme, me definiría como lector; otra cosa es que me dedique a escribir", alega.

A pesar de que reconoce la faceta de entretenimiento de la literatura, apuesta por aquélla que hace reflexionar y sobre todo que emociona. "La lectura -asegura- tiene que llegarte al corazón". Y esto pretende cada vez que afronta un nuevo libro. Lo único que lamenta, confiesa, es que el lector adulto tenga prejuicios respecto a la literatura juvenil.

"Cuando escribo no pienso en un público en concreto, aunque es cierto que escapo de excesivas complejidades formales, que exigen un lector muy formado, pero hay obras, como ésta, que pueden resultar muy interesantes para el lector adulto. Es más, en Portugal está editada en una colección para adultos. Muchas veces es sólo cuestión de etiquetas", manifiesta.

"O único que queda é o amor" es, según afirma, "un libro de frontera" entre la literatura infantil y la de adultos. "Hay otros libros, como "La sombra del viento" de Carlos Ruiz Zafón y "El niño del pijama de rayas" de John Boyne que son de literatura infantil y que han triunfado entre los lectores adultos", recuerda.